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Nueva York juzgará el 11-S
Khalid Shaik Mohammed, cerebro de los atentados, y otros cuatro imputados serán trasladados desde Guantánamo para enfrentarse a un tribunal federal
CORRESPONSAL. NUEVA YORK Actualizado: GuardarHa llegado la hora del escarnio público, y con ella el principio del fin de Guantánamo, donde todavía quedan 215 presos. Khalid Shaik Mohammed, presunto cerebro del atentado terrorista más famoso de todos los tiempos, será enviado a la Gran Manzana para enfrentarse a la balanza del país al que quiso herir de muerte.
«Tras ocho años de retraso, los presuntos responsables de los ataques del 11-S se enfrentarán finalmente a la justicia», proclamó orgulloso el fiscal general, Eric Holder. Será un tribunal federal el encargado de llevar adelante el proceso, lo que en sí representa ya un gran triunfo. A Mohammed le acompañarán en ese viaje a Nueva York desde la cárcel cubana otros cuatro reclusos de la infame prisión que supuestamente le ayudaron con la coordinación y financiación de los atentados, entre ellos su sobrino paquistaní Alí Abdul al-Aziz, también conocido como Ammar al-Baluchi.
Menos suerte tendrán otros cuatro detenidos que también saldrán pronto del limbo de Guantánamo pero por la puerta falsa: las comisiones militares que creó George W. Bush y desmanteló Barack Obama, para resucitarlas posteriormente con la promesa de hacerlas «más justas». Se desconoce todavía dónde tendrían lugar esos juicios. La Administración Bush invirtió millones en la construcción de un juzgado en la base de Guantánamo, pero todas las actividades quedaron paralizadas con la llegada de Obama al poder. Ni que decir tiene que las organizaciones de derechos humanos se han echado encima del mandatario afroamericano por su decisión de servir un tipo de justicia u otra a los mismos detenidos dependiendo de las posibilidades de ganar el proceso.
Junto a la Zona Cero
Paradójicamente, el fiscal general está convencido de que la maniobra de escarnio público que pretende llevar a cabo junto a la Zona Cero -«a sólo unas manzanas de donde se erguían las Torres Gemelas»- será un acto de justicia imparcial que resultará en una condena a muerte segura. A diario en EE UU se cambia la sede de un juicio cuando el caso es demasiado conocido en los alrededores como para encontrar un jurado no contaminado. Cuesta pensar quién en Nueva York no tiene el alma afectada por el horror de ese día.
Tal vez en eso confíe el fiscal general para que el jurado pase por alto la tortura probada a la que fue sometido el presunto cerebro del 11-S. Según los mismos archivos del Gobierno, tan sólo en marzo de 2003 Mohammed sufrió 183 simulaciones de asfixia mediante la técnica conocida como 'waterboarding'. Después de eso se declaró culpable no sólo de orquestar el 11-S sino prácticamente de todos los grandes atentados de su era, incluida la decapitación del periodista de 'The Wall Street Journal' Daniel Pearl, el primer ataque contra las Torres Gemelas en 1993, los atentados de la isla indonesia de Bali en 2002 y una ristra de intentos fallidos. Incluso escribió a un magistrado castrense para informarle de su culpabilidad y pedirle que acelerase la ejecución.
Si bien su juicio será un golpe de efecto para la opinión pública, ansiosa de que alguien pague por aquella ofensa, la decisión ha sido considerada «irresponsable» por parte de los conservadores, que temen que de ser exonerado Mohammed quede en libertad en las calles de Estados Unidos. «No le hubiéramos llevado a juicio si no estuviéramos seguros de que podemos ganar», les tranquilizó el fiscal general. Además, Holder manifestó que dará instrucciones a los fiscales «para que soliciten la pena de muerte contra cada uno de los supuestos conspiradores del 11-S».
A la misma hora en la que el secretario de Justicia admitía que no se podrá cerrar Guantánamo en el plazo prometido, anunciaba su dimisión en la Casa Blanca Greg Craig, el consejero legal al que Obama había encargado encontrar una solución para clausurar la prisión. Apelaba a «motivos personales», pero la coincidencia resultaba sospechosa. Su jefe no estaba allí para despedirlo, sino en Asia, desde donde prometió «la más estricta justicia» para el presunto cerebro de las atroces acciones terroristas.