Abbas habla ante una imagen de Arafat. / EFE
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El recuerdo de Arafat deja de enfervorizar al pueblo palestino

CORRESPONSAL. JERUSALÉN Actualizado: Guardar
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Las fotografías del día mostrarán a miles de palestinos en la Muqata agitando banderas en encendido homenaje al líder eterno y mártir de la causa, Yaser Arafat. Pero ni eran tantos como otras veces, ni estaban tan entusiasmados. Cuando el próximo domingo se cumplan 21 años de la declaración de la independencia palestina, y van 18 desde que la ANP se constituyera para alumbrar un Estado que no llega nunca, ni el aniversario de la muerte del rais dio ayer de sí para levantar los ánimos del maltrecho movimiento nacional palestino.

Algo en el sentimiento luchador y heroico del pueblo de Ramala, que tanto acostumbra a exaltarse en las fechas señaladas, parecía gastado. Tanto, que buena parte de los que invadieron las calles por la mañana con la kefiya al hombro para gritar junto a la tumba de Arafat «¡seguimos marchando hacia Jerusalén!» no se quedaron siquiera a escuchar las esperadas palabras institucionales del presidente, Mahmud Abbas, primeras en público desde que el pasado día 6 anunciara que se va. Que no optará a otro mandato.

Sus colaboradores más próximos se ocupaban de filtrar en las vísperas de este aniversario amargo que también piensa dejar sus cargos en la OLP y en su partido Al-Fatah, en una marcha que vaticinan como el derrumbe de la Autoridad Nacional Palestina y del sueño del Estado propio. Abbas, cuentan, está hastiado. Y los palestinos dan síntomas de que también.

Por eso, los que sí se quedaron a oír al presidente palestino asistieron al episodio confuso de ver al líder que amenaza con tirar la toalla proclamar que «nadie ha de abandonar nuestro camino hacia la libertad y nuestros derechos». «No hemos abandonado el camino, ni lo vamos a abandonar, no nos detendremos hasta que tengamos nuestra patria soberana», señaló, aunque es él quien se rinde.

Cánticos contra Hamás

Por eso sonó a hueca, y a gastada, y a protocolo de cartón la intentona de espolear al gentío dirigiendo a Israel una declaración de fuerza cuando se le han acabado las suyas. «Nunca volveremos a las negociaciones si no se congelan los asentamientos. Es nuestro derecho pedir ese desmantelamiento», clamó mientras exigía también a la comunidad internacional que haga «lo que debe, y no lo que puede, contra la amenaza colonialista». Ahí sí, las primeras filas del mitin canturrearon «daremos nuestra sangre y nuestra alma por ti, Abbas» en una de las contadas muestras de apoyo, pero que se torció cuando el presidente tendió a Hamás su mano «preparada para la reconciliación», y tuvo que pedir al público que dejara de entonar ofensas hacia el movimiento islamista.