vuelta de hoja

Preparativos

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La estadística demuestra que a gran número de soldados le debe gustar la guerra, ya que se quedan en ella y no regresan jamás. En los tiempos modernos, que siempre son los que a los seres humanos nos han tocado para vivir, la cosa se ha hecho ampliable para quienes no combaten. Por vez primera, en los conflictos bélicos, que es la forma como se denominan ahora las acordadas matanzas, mueren más civiles que militares, sin contar a los de alta graduación, que suelen fallecer en sus camas, no sin haber rememorado sus batallas. Quienes hemos atravesado una guerra, nos estremecemos ante esta sola palabra. Cuando se tienen ocho años se es inocente, pero no deja de ser una edad apropiada para perder la inocencia y empezar a desconfiar de la naturaleza humana. Por eso me he echado a temblar viendo en la tele el airado y grotesco caudillo venezolano ordenando a su ejército a prepararse para la guerra con Colombia.

A los líderes mundiales, antes de las elecciones, debieran someterles a un examen psiquiátrico. «Moral y luces son nuestros grandes problemas», dijo el Libertador. Las ínclitas razas ubérrimas de las que habló el padre Rubén Darío, siguen adecuadamente dispuestas a derramar la sangre fecunda de España. La verdad es que les hemos dado muchos malos ejemplos históricos. Quizá los españoles seamos también un país hispanoamericano. Por eso hemos sentido un escalofrío especial viendo en la tele a Hugo Chávez gritando que hay que prepararse para la guerra con sus hermanos colombianos. Chávez no es precisamente «un soldado Bolívar que hubiera sido discípulo de Platón». Visto a distancia, que es cuando resalta mejor su fotogenia, está más cerca de Cromañón que de Tralleyrand. Es la hora de los diplomáticos, si es que quedan.