REFLEXIONES

El efecto Jesús Navas

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Estaba la selección española perdiendo algo de ese gancho que había conseguido tras ganar la Eurocopa. La llegada de Vicente del Bosque como seleccionador, siempre las mismas caras, siempre los mismos resultados, excelentes por otro lado, pero monótonos. Victoria tras victoria, récord tras récord.

Y ya se sabe que de la monotonía a la desidia y el desinterés existe un paso demasiado corto como para permitir que ese mínimo riesgo se apodere no sólo de la afición, sino también de los propios jugadores.

Así que Fernando Hierro y Del Bosque estrujaron sus excelsas mentes y encontraron la forma de reavivar la llama de la roja, de fomentar el debate en la grada, de introducir tensión competitiva en el grupo de futbolistas que más o menos estaban ya preparando las maletas para Sudáfrica: Había que convocar a Jesús Navas.

La historia del niño prodigio cuya escasa formación y su apego a la familia no le permitía crecer como futbolista, pero que ahora está dispuesto a luchar contra su propio yo para cumplir uno de sus sueños se presenta como un gran best seller y además el palaciego no es cojo, ni mucho menos.

Tiene velocidad, desborde y descaro. Ahora probará si realmente ha madurado, si tiene personalidad. Eso sí, que nadie espere que Navas va a salir el sábado ante Argentina y va a firmar el partido de su vida. Las grandes expectativas tienden a convertirse en grandes fiascos.

Lo interesante, más allá del morbo de verle corriendo por la banda vestido con la casaca nacional, es saber si el próximo mes de junio va a ser capaz de subirse a un avión rumbo al continente africano y alejarse ocho mil kilometros de su casa, de su hogar, de su entorno.Hoy por hoy, todos lo dudan. Incluso él mismo.