Centrar esfuerzos
Actualizado:Las fragmentarias y contradictorias informaciones que vienen circulando respecto a la suerte que corren los 36 secuestrados del Alakrana son la consecuencia inevitable de la diversidad de fuentes que están dando noticias o interpretando las exigencias de los piratas, y las posibilidades o la disposición a atender sus demandas por parte de los poderes públicos. La llamada que ayer realizó el presidente Rodríguez Zapatero, para actuar con la máxima discreción y responsabilidad a la hora de informar sobre un asunto tan delicado, sabiendo que los secuestradores se aprovecharán de todo lo que pueda favorecer a su capacidad de chantaje y presión, resultó tan necesaria como tardía e inconsecuente. Porque el Gobierno no puede sacudirse la parte de responsabilidad que le corresponde respecto al clima de confusión generado a lo largo de estos 40 días, ni siquiera con la confiada frase del presidente de que la situación «puede estar encauzada». Es cuando menos llamativo que el resistente patrón del Alakrana, Ricardo Blach, se haya convertido no sólo en el relator de las insufribles vejaciones que padecen los tripulantes del atunero, sino que además actúe como la única fuente dispuesta a dar cuenta pública de la marcha que, según su testimonio, llevan las negociaciones. Igual que resulta extraña la repentina sublimación de las gestiones diplomáticas que estarían realizándose ahora, como si hasta el momento no se hubiera acometido esa tarea. Es evidente que algo no se está haciendo bien, ni a la hora de evaluar tan comprometida situación y sus posibles salidas, ni al centrar los esfuerzos de la empresa propietaria del Alakrana y los del Gobierno, ni en cuanto a la comunicación hacia la opinión pública. Y, sobre todo, algo no se está haciendo bien cuando, después de que los secuestrados, sus familiares y la ciudadanía han interiorizado que la devolución de los dos piratas que se encuentran a disposición de la Audiencia Nacional es la condición última para la liberación de los tripulantes, tan delicada cuestión se convierte en materia especulativa. Estos desajustes no sólo podrían dificultar un feliz desenlace del secuestro, en tanto que muestran al grupo pirata los flancos débiles de quienes son objeto de su violenta extorsión. Además contribuyen al enrarecimiento de la confianza que la sociedad deposita en las instituciones y, lo que es más preocupante, al cuestionamiento de la propia Ley bajo una presión que se percibe tan próxima como remota.