vuelta de hoja

Novedades, baronesa

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Le están dando muchos disgustos a Tita Cervera, que a pesar de todo sigue estando guapísima y conserva un aire juvenil y una sonrisa inmarchitables. La baronesa, que lo que desea es conservar la herencia y propagar el nombre de su difunto y acaudalado esposo, no tiene por qué heredar también los deseos de los anteriores hijos del prócer. La verdad es que ella no se casó con un aristócrata, sino con una pinacoteca. Y ahí viene el lío. No es lo mismo tener varias viviendas protegidas que tener varios cuadros de Picasso, de Monet, de Braque, de Renoir y de otros firmados hace un poco más de tiempo por un tal Goya. Lo que ocurre es que «no hay herencia sin desavenencia». Borja Thyssen, hasta ahora conocido no sólo por su apellido, sino por el sentido del humor de su sastre y sus tatuajes, se ha vestido de manera más convencional para reclamar a la baronesa parte de su museo. Llamarse Borja implica cierta procedencia social. Al menos nunca hemos conocido a alguien con ese patronímico que perteneciera al gremio de la construcción. A Borja Thyssen la nobleza no le obliga a nada, salvo a trincar unas cuantas salas del museo de su progenitor.

Lo que quiere él es dinero y lo que quiere la baronesa, que ya lo tiene, es conservar la colección Carmen Thyssen-Bornemisza, cedida desde el año 2004 al Estado español. La pelea familiar puede condicionar el futuro de esos planos tesoros.

El llamado Borja parece que es frivolín, pero no hay pamplinas que no tenga un excelente olfato para el dinero. Tita Cervera es muy inteligente y siempre lo fue en mayor escala que sus maridos. Incluso que Lex Baker, que cuando hizo de Tarzán mostró un coeficiente intelectual inferior al de Chita.