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Lo que el viento se llevó

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Hay tardes en la que uno no va al fútbol y se está arrepintiendo durante mucho tiempo por lo que se ha perdido. Les pasó a los que no vieron hace dos semanas el Valladolid-Deportivo. Pero hay tardes en las que los que acuden al estadio están durante noventa minutos maldiciendo su suerte, pensando en lo bien que se está, con este frío, en un sofá, al calorcito del hogar, y siguiendo el partido a través de la televisión o de la radio. Ayer fue una de esas tardes. Los primeros cuarenta y cinco minutos fueron un sopor, un cúmulo de imprecisiones y de errores impropios de un partido de Primera División. La segunda parte mejoró un poco las cosas, sobre todo al final, pero el balance global terminó siendo paupérrimo, árbitro incluido.