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Noticia de impacto: la asociación mayoritaria de gays y lesbianas de los Estados Unidos (GLAAD) ha puesto el grito en el cielo porque en un episodio de la serie de animación South Park se ha empleado la palabra «fag», que quiere decir «maricón». Es interesante que la mencionada asociación se haya sentido herida precisamente por un episodio de South Park. Esta serie lleva muchos años hiriendo a todo el mundo; de hecho, en eso consiste su éxito. Aquí, en España, comenzó a emitirla Antena 3, si no recuerdo mal, y en horario no excesivamente protegido (ya se sabe: hay quien piensa que todo producto de dibujos animados es, por definición, un programa infantil, aunque sea una barbaridad). Cuando ya se hizo evidente que South Park era un relato deliberadamente nihilista y salvaje, la cadena lo pasó a la madrugada. Después, pasó a llevar una vida semiclandestina y en horas intempestivas, como corresponde a su propio perfil; ahora está en Cuatro, creo recordar. Conste que a mí no me parece mal South Park: en su tradición, que es la del underground americano -y que, por cierto, ya va teniendo medio venerable siglo-, esta serie es un relato muy conseguido. Pero, claro, para apreciarlo es preciso que te guste el underground, un género que, por definición, no está hecho para todos los paladares y conviene mantener lejos de la cámara del tesoro. Muchas voces, por el contrario, han venido glosando las virtudes de South Park con un entusiasmo realmente inconcebible. ¿Lo alababan por su calidad estética? No: lo alababan por su contenido nihilista.

Porque esas voces sentían un enorme goce al ver cómo se atacaba a la familia, cómo se vomitaba sobre la autoridad -no es una figura retórica: en South Park hacen esas cosas- y como se liberaba todo instinto contra cualquier cosa que recordara al orden tradicional. Pero, claro, hay cosas que no tienen pase. Y así South Park se ha convertido de repente en algo malo porque ha empleado la palabra «maricón». Con los gamberros siempre pasa lo mismo: te hacen mucha gracia hasta que el portal donde orinan es el tuyo; entonces el divertido provocador pasa a convertirse en un terrorista que merece severas penas.