La calle Caulina es, sin lugar a dudas, una de las más transitadas a diario de la pedanía jerezana de Guadalcacín. / CRISTÓBAL
Jerez

La Gran Vía de Guadalcacín

La pequeña calle Caulina sustenta buena parte de la vida de la cercana y siempre tranquila pedanía jerezana, convirtiéndose en la más transitada a diario de la misma

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La tierra ha recibido una buena porción de agua que hará que el algodón salga este año con más vigor. Pureza y calidad para lo que quede de cultivo de algodón en la campiña jerezana. Huele a tierra mojada. No es tiempo de rastrojos y el aire está limpio, el cielo azul cobalto y unas nubes se contonean a cierta altura. Blancas como el algodón que falta en Jerez, a juego con las fachadas encaladas de Guadalcacín. Una mañana para celebrarla.

Como cabecera de la pedanía jerezana está la Cañada Real. Y como antesala a la plaza principal, la calle Caulina. No es calima, «ni tampoco es una Couldina; eso es una pastilla que se toma para la gripe A, B o C», comenta riendo y con gracia una señora que está sentada la mar de bien en el bazar de Margarita. Mira de reojo por si a Cristóbal (fotógrafo) se le ocurre dispararle una foto y vuelve a mostrar los dientes, dando paso a otra risa. Pero Caulina le viene a la calle por el conocido barrio a unos metros de distancia, entre Jerez y Guadalcacín. Caulina que es palabra sin significado. Quizá el nombre de una antigua finca o un espacio rural, pero el caso es que así se bautizo a esta calle, que, sin duda, es la más animada de este bonito núcleo. Y también de las más pequeñas. «Podríamos decir que es la Gran Vía de Guadalcacín», comenta Sebastián Rey. Y así nació el titular.

Un día especial

El caso es que no es un día cualquiera en el pueblo. Desde que los periodistas aparecieron por la calle, Sebastián se ha percatado de que algo especial va a ocurrir. «Os he visto hace un rato», asevera. Un vecino le acompaña en la puerta de su parafarmacia. La vida en el pueblo va a otra velocidad. Mucho más aconsejable para gozar de buena salud y no sufrir de estrés. Y para vivir tranquilos nada mejor que conocer al pueblo. «Hombre, esto ha cambiado mucho. El pueblo en general y la calle en particular. Pero es una zona muy visitada por todos», asevera Sebastián. Pero, a pesar de vivir en un lugar donde se respira tranquilidad, a Sebastián no le va mal. «Y tampoco te creas, que también tenemos depresiones. Y muchos problemas que sufre la gente con la ansiedad. También se vende muchas cositas para ciertos problemas sexuales. Disfunción eréctil y demás. Todo natural, como la vida misma. Hay que ir a determinadas edades bien pertrechados porque hay noches que se hacen muy largas», explica Sebastián. Su compañero vecino piensa y después suelta una carcajada. «Ahora lo has cogido, ¿no?», deja en el aire Rey.

Sebastián con la parafarmacia y su pareja, Regla de los Santos, con su mercería. Justo al lado. «Todo el día juntitos. Y no me canso de ella», culmina Sebastián. Se nota que a él no le va eso de las pastillas. Ni falta que le hace, por lo visto.

Un vino

Frente a la mercería de Regla hay desde hace siete meses un nuevo negocio. Se trata del despacho de vinos Venturita. Ahí está Rosa Moreno, entre botas de vinos dulces. Un lugar muy jerezano. «Mi marido es nieto del recordado Ventura Núñez Venturita; por eso le pusimos este nombre al despacho», asegura.

Una buena combinación: toros y vinos. Perfectamente conjuntados en un negocio donde hay un Pedro Ximénez muy rico. Ha llegado un cliente y comienza con la retahíla de la actualidad. El panorama nacional. «¿Pues no dicen ahora que van hacer una autovía desde Zaragoza a Tenerife? Esto no hay quien lo entienda. Verás cuando la obra llegue a la playa y se encuentren con el mar». Contesta otro: «Para entonces ya habrán inventado un asfalto resistente al agua». Y ahí deja el misterio nuestro cliente, que dice que no bebe hoy porque tiene que llevar el coche a la otra parte del pueblo. Es decir, tres calles más arriba. «Me puede parar la Guardia Civil y me sacan positivo, así que nada de beber», apostilla.

La cosa va de toreros. Y del gran matador jerezano -Venturita- cruzamos la calle Caulina y entramos en el establecimiento de Rafael Ortega. Nombre de torero bueno donde los haya. El As de espadas le decían al matador de toros nacido en la isla de San Fernando. Uno de los interpretes más puros que ha dado el toreo en mucho tiempo. La ortodoxia pura. Nuestro Rafael Ortega prefiere el fútbol. «Es mi gran pasión», comenta.

Ortega llegó a Guadalcacín hace cuarenta años. Estamos ante uno de los vecinos más antiguos de la calle. «Muchos años y muchos cambios», comenta Rafael tras el mostrador de su tienda de golosinas. Kiosko de Anita Alconchel. Y prosigue comentando que «antes Guadalcacín tenía ese sabor a pueblo de colonización, pero con los años se ha ido perdiendo y ahora se puede decir que es un pueblo dormitorio de Jerez. Aquí llegan muchos vecinos nuevos que se marchan a trabajar muy temprano y vuelven por la noche. Algunas veces se dejan ver los fines de semana. Pero hay personas que llevan viviendo años y no las conocemos».

De pronto deja aparcado los asuntos del pueblo y comienza a hablar del Xerez. «El fútbol es lo que a mí me gusta de verdad. La pena es que el equipo no acabe de romper. Claro con tanto xerecista que ha salido ahora, pero ¿quién iba a Chapín hace dos años a ver al equipo?».

Bazar

Rafael vuelve a sus asuntos, mirando con cierta melancolía el paso de la vida por el pueblo. Y las nuevas generaciones que llegan, como es el caso de Noelia que acaba de llegar al bazar de Margarita. En la tienda se ha formado la revolución al saber que han llegado dos periodistas. Noelia posa sin problema alguno. Es una chica guapa que merecerá, a buen seguro, ser algún año reina de las fiestas de Guadalcacín. Todo se andará. Como el camino que le queda a Margarita por delante. Apenas lleva dos semanas abierto el bazar y la tienda está que no se cabe. «Bueno, hay que probar suerte, a ver qué pasa», comenta. En el corrillo de señoras que se ha formado se intenta llegar a un consenso sobre el motivo del nombre de la calle. Caulina. Que nadie mire el diccionario, ni tan siquiera aparece en el María Moliner. «Tiene que ser por la barriada, hijo, seguro», comenta una señora sentada en una silla. Buen ambiente en el bazar de Margarita. Todo se encuentra en su tienda, y, si no es así, se busca y se trae.

Y para finalizar, una canción de Ismael Fábrega. Un chico de Guadalcacín que está en el mostrador de la cafetería bar Discovery. Todo un clásico de Guadalcacín. «Ahora vamos a preparar un álbum Johnny -ex componente del grupo Zinkiyos- y yo», asegura. Ismael es cantautor. Compone letras y las trasforma en pop latino. «Algo así como Andy&Lucas», apunta. Proyecto musical que se está gestando en el Discovery, pues Johnny es hijo de Pepi Rodríguez, que a su vez lleva el bar desde hace unos meses. Vamos, que todo queda en familia.

Así que con una canción cargada de deseos de estos dos chicos, muy jóvenes, que desean dar pasos en el complicado mundo de la música. Una ilusión que crece a la falda de una calle pequeña pero intensa. Caulina, por la cercana colonia. Que nadie piense que es un homenaje al ácido acetilsalicílico.