ANÁLISIS

Asignaturapendiente

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C reo que es la primera vez que el Museo de Cádiz, en línea con lo que hacen otras grandes pinacotecas del mundo, confronta sus grandes obras con otras de autores contemporáneos. También creo que es la primera que se plantea un discurso curatorial autóctono, compartido por Miguel Ángel Valencia y Eduardo Rodríguez. Las dos cosas me alegran. Los resultados son satisfactorios y marcan un camino a seguir en el imprescindible escenario del arte contemporáneo, en el que Cádiz debe recuperar tanto tiempo perdido. La selección de piezas, la relación entre ellas, la ubicación escogida es controvertida, como procede, y resulta a veces luminosa, como la pieza de Javier Velasco sobre el divino Morales, a pesar del gran riesgo que implica acercar cualquier cosa a la maravillosa tabla del Ecce Homo, o enigmática, como el Cortils que acompaña al Faro de Gades y otras no tanto. Hay que verlo y discutirlo. Y sobre todo, hay que luchar para que muchas de estas piezas contemporáneas salgan del despacho en el que duermen el sueño de los justos y puedan ser disfrutadas por todos los gaditanos.