Hugo Chávez, Evo Morales y Daniel Ortega participan en el cierre de la VII Cumbre de la Alianza Bolivariana para las Américas. / EFE
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Dólar bajo presión

Un acuerdo de los países de la Alianza Bolivariana a favor del sucre incide en el debate sobre la preeminencia de la moneda estadounidense

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Durante la pasada VII Cumbre de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), celebrada en Cochabamba, los países aliados contra el «imperio norteamericano» -Venezuela, Ecuador, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Honduras y tres pequeños estados caribeños- acordaron, a instancias de Hugo Chávez, la implantación de un Sistema Unitario de Compensación Regional de pagos: el denominado sucre. Inicialmente, será poco más que un sistema de trueque. Pero la idea es que llegue a convertirse en una moneda que sustituya al dólar en las transacciones comerciales entre los países de la ALBA. E incluso que, a más largo plazo, se convierta en el euro de Iberoamérica.

De hecho, el proyecto de moneda única es uno de los objetivos perseguidos por el Banco del Sur, propuesto por Chávez en 2004 y finalmente constituido hace poco más de un mes con el apoyo de Argentina, que aún acusa al FMI del 'corralito' de 2002. Se trata de medidas económicas encaminadas, según sus instigadores, a desprenderse del yugo imperialista de Estados Unidos, aplicado mediante la hegemonía mundial del dólar, pilar fundamental, junto con el inigualable potencial militar del todavía omnímodo poder norteamericano. Aunque ellos mismos saben también que el dólar hegemónico es tanto la fortaleza como el talón de Aquiles estadounidense.

Petrodólares

Desde que en 1971 abandonara el patrón oro, la trascendencia del dólar está vinculada a que la mayoría de las transacciones mundiales -el 75%- se realiza con él; y muy especialmente, las relacionadas con los recursos energéticos (petróleo y gas). Lo que hace que la práctica totalidad de los países acumule enormes cantidades de petrodólares -65% de las reservas de divisas- que les garanticen el flujo de energía y otros recursos básicos. Aunque Washington está terriblemente endeudado, la cada vez mayor demanda de crudo en un mundo masivamente industrializado le permite que sólo tenga que imprimir más billetes verdes para sobrevivir. En realidad, para parasitar a los demás países.

Si los intercambios, sobre todo de los imprescindibles hidrocarburos, empezaran a efectuarse en otras monedas, los países comenzarían a desprenderse de los dólares, que habrían dejado de tener valor alguno al no estar respaldados por algo tangible como el oro. Ante este supuesto, EE UU simplemente se colapsaría. Pero la intención de ALBA de modificar el orden económico mediante la creación de un sucre como moneda real de intercambio es más una quimera política que una medida factible. Al margen de las palabras para la galería, Venezuela vende a Estados Unidos -en dólares, claro- la mitad de su producción de petróleo; casi un millón y medio de barriles diarios. E Iberoamérica no es Europa. Todavía carece de la mayoría de las condiciones precisas para disponer de una moneda única.

Quizá sea una suerte para ellos, pues el Tío Sam difícilmente podría tolerar semejante 'insubordinación' tan próxima a sus fronteras. Ya bastante preocupado está con las voces que claman para que el euro asuma las funciones del dólar. Un euro, fomentado por los estrategas franceses para compensar el dominio norteamericano, que se ha convertido en el principal problema geopolítico de la Administración Obama. Mucho más que Bin Laden, el terrorismo internacional, Afganistán y el cambio climático juntos. La situación no es nueva. En 2000, Sadam Hussein decidió abandonar el dólar y realizar las transacciones de petróleo en euros. Con el respaldo del banco francés BNP Paribas transformó a euros el fondo crudo por alimentos.