Un siglo en plenitud
POETA Y ACADÉMICO DE LA LENGUAActualizado:S olía acercarme a saludar a Francisco Ayala en los descansos de las comisiones de la Real Academia Española y siempre le recordaré como una persona muy cordial, de trato fácil y respetuoso, dotado pese al avance de la edad de una mente absolutamente sólida, coherente, amueblada. Era muy emocionante hablar con él, con alguien que llegó a vivir la España de la letras anterior a la Guerra Civil, la guerra que acabó siendo un desfiladero para tantos compañeros suyos de generación literaria. Aquí quedaron muy pocos. Él fue y retornó, consiguiendo atesorar una vida muy rica en todos estos años gracias a una manera de ser que le impidió quedar marginado; antes al contrario, se mantuvo siempre activo y dispuesto a conectar con las generaciones más jóvenes que iban pasando. Todavía me viene una imagen suya de no hace tanto tiempo, en la comida anual de la Academia, de pie durante largo rato y sin leer lo que iba diciendo con plena congruencia, sin dudar ni una sola vez sobre cuál era la palabra que debía emplear. Era un espectáculo alentador asistir a semejante despliegue de la mente cuando se suponía que ésta ya tenía que haber entrado en declive. Pensé que si se conseguía mantener así la capacidad intelectual y continuar disfrutando de la vida, no importaba tanto envejecer. Sobre todo cuando una de las ventajas de la edad última, si se ha logrado alcanzarla sin que exista dependencia alguna, como era el caso de Ayala, es albergar un mayor desinterés por las cosas que sólo son urgentes y apreciar las que de verdad son valiosas; es estupendo poder conservar esa presencia de ánimo. Ayala ha sido un ejemplo de hombre dedicado a la tarea en la que encontró sentido a su vida: la literatura, en especial como magnífico ensayista. Pero también en su faceta narrativa. Esa cualidad de observación tan adecuada para la escritura de creación y para el análisis del entorno que le tocó vivir, un siglo marcado por los cambios, también le permitió cultivar de forma excepcional el género de las memorias. Y todo lo hizo con la lucidez que mantuvo hasta el final.