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La falta de autoridad ante las masas
Actualizado: GuardarLa gran proyección literaria de Francisco Ayala ha ocultado con frecuencia su importante e innovador papel en el ensayo y en el pensamiento. Doctor en Derecho, formado en Madrid y Alemania, perteneciente a la generación anterior a la Guerra Civil, el autor se benefició del magisterio intelectual de Ortega y Gasset y desde finales de los años 20 empezó a cultivar una ciencia prácticamente inédita en el ámbito hispánico, la sociología.
Aparte de manuales y tratados académicos sobre esta disciplina, Ayala aprovechó las ideas de Ortega para desarrollar una obra ensayística de gran brío en cuanto al estilo, como prueba su libro El escritor en la sociedad de masas, publicado en México y Buenos Aires en 1956 y 1958 respectivamente.
En él destripa la crisis de autoridad que sufre el autor contemporáneo, pues ya no es modelo de nada, no sirve de ejemplo social, tan sólo se limita a dar gusto a unos miles de lectores individualizados. Si en el siglo XIX todavía hubo intelectuales como Emile Zola, capaces de que su voz fuera escuchada por toda Francia en el famoso caso Dreyfus, en el que acusaron de traición a un militar simplemente por ser judío, en la época de las masas ya no podía darse una influencia de este clase.
La época de la diversión
Las masas no unen a las personas, las reúnen o amalgaman pero impiden la auténtica comunicación entre ellas. Para Ayala, los intentos de ligar literatura y público masivo sólo produjo obras mediocres, y también fanáticas, como en el caso de los autores oficiales de los regímenes comunistas. Ante esa situación, al escritor no le quedaba otra que profundizar sin concesiones en su verdadero yo, y esto condujo a Ayala al experimentalismo de su propia obra, alentado por Ortega e influido por las vanguardias, que él vivió de cerca.
Aunque el escritor llegó a ser muy popular, sobre todo a raíz de los premios y homenajes a la vuelta del exilio, su percepción sociológica del gran público tuvo unos tonos bastante elitistas, y quizá también actuales. Ayala veía que en la sociedad contemporánea la mayoría de la gente buscaba ante todo la diversión y la desinhición, de manera que lo aburrido carecía de valor.
Su experiencia en Estados Unidos intensificó estas ideas orteguianas, si bien a veces se armaba de optimismo y pensaba que quizá saliera algún genio capaz de llegar al gran público sin desvirtuarse. «Hamlet es también un truculento melodrama; como El Quijote, que es también una bufonada chocarrera» escribió. En cualquier caso, los dos ejemplos estaban tomados de las alturas y para nadie es fácil llegar ahí.