Trasgu con Álex, Manolo y José. / LA VOZ
Jerez

Trasgu, un can muy instruido

Gracias a su tranquilidad este perro ha logrado convertirse en una de las mascotas más peculiares del Rastro de la Alameda Vieja

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Trasgu nada tiene que ver con nuestro protagonista. El de toda la vida es un pequeño duende doméstico, según cuentan las leyendas astures. Cuenta dicha historia que a Trasgu le gusta ser travieso. Ya se sabe. Tirar vasos en la cocina o asustar al ganado en las cuadras. Se dice que para deshacerse de él no hay más remedio que abandonar la casa u obligarle a hacer tareas domésticas tan difíciles que le hicieran pensar en huir del domicilio. Porque Trasgu no es un ser malo, simplemente es un duende de carácter complicado que ayuda «a su manera» a las labores de la casa.

Pero ya ven ustedes que nuestro Trasgu nada tiene que ver con el conocido duende. Él es un can muy instruido. Reflexivo, lector de libros y un tanto filósofo porque las lecturas son como las comidas copiosas, hay que digerirlas. Aunque depende de qué lecturas como también de qué comida se trate.

Alex se cruzó un día en la vida de Trasgu. O quizá fue al revés. El caso es que lo rescató de una asociación protectora de animales, entregándoselo en adopción.

Libros

Trasgu entró en el templo de los libros que Alex tiene en casa, y así fue como comenzó a leer a Poe, a Dickens y a otros muchos clásicos. Un día, comenzó a dedicarse a la venta de libros viejos. Eran tantos los que tenía en casa que era necesario hacer negocio de tanto papel escrito. Y así, Trasgu, llegó al Rastro de la Alameda. Se podría decir que, poco a poco, se ha ido encaramando hasta llegar a ser la mascota del Rastro. Pero Trasgu no ha buscado aparentar. Él prefiere estar en un segundo plano. No destacar. Sacar su lengua rosada cuando aprieta el calor y tumbarse bajo el banco donde Álex se sienta cada domingo por la mañana.

Su pelo negro azabache y su mirada bondadosa no le han permitido pasar desapercibido para esta sección y hoy es el protagonista como un ciudadano más.

Manolo y José, que son buenos amigos de él, comentan que «ya quisieran muchos humanos ser tan buenos conversadores como lo es él cuando un tema le interesa». Está claro. Con tanta lectura en casa no tenía más remedio que salir intelectual.

Trasgu no tiene nada que ver con el duende asturiano. Ya podía haberse llamado Azorín u Ortega. Pero no todo es posible en esta vida tan.