Antes de pisar la Casa Blanca, Obama ya estaba considerado uno de los hombres más influyentes del siglo XXI. / Ap
obama, un año en la casa blanca

El sueño que se hizo realidad

Era el sueño que muchos ni se atrevían a soñar. Porque dicen que soñar es gratis, pero no es cierto, los sueños rotos tienen un precio muy alto

Corresponsal en Nueva York Actualizado: Guardar
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Mattie Shields tenía ya 87 años cuando una extraña noche de verano embriagó Chicago el 4 de noviembre pasado. Tres días después los vientos gélidos de los Grandes Lagos azotarían los rostros, congelando la sonrisa de una noche mágica.

Medio millón de personas se dieron cita en Gran Park desde todas las esquinas del país. Pateaban las calles exhaustos los ejércitos de voluntarios que habían hecho la revolución de Obama, y los apasionados como su nieto Brian Johnson y su padre, que no despegaron la nariz de la tele en toda la campaña. “Me conocía todos sus discursos, zapeaba por los canales para verlo de día y de noche”. Brian lo vivió desde Los Angeles, donde descubrió fascinado que la euforia se había contagiado por medio planeta. “Esa noche las bandas rivales se abrazaban por la calle”, asegura. Sus imágenes dan fe del alborozo que se desparramó por los barrios más emblemáticos, desde el Lemerk Park de Los Angeles hasta el Harlem neoyorquino. “Blancos, negros, hispanos, asiáticos… Todos éramos hermanos esa noche”.

En Los Angeles la abuela Mattie compartía la temperatura y la impresión de ver a un negro convertido en presidente. “Los mayores no se creían que podía ganar, decían que jamás los blancos iban a votar por un negro, y verlos darse cuenta fue una experiencia que me cambió la vida”, cuenta Brian. A la abuela le corrieron las lágrimas por las mejillas como nunca se había visto. “¡Hasta las mandibulas se le cayeron!”, recuerda emocionado. “La verdad es que yo me imaginé que esto podía pasar desde que lo oí hablar en la Convención Demócrata de Boston en el 2004, pero la mayor parte de la gente no se lo creyó hasta que ganó Iowa. Ahí se les despertó el alma”.

También allí el sueño de Obama presidente había fundido la nieve de enero. Fue el comienzo de una carrera de fondo en la que batió, primero, a la mujer del presidente que más prosperidad económica ha traído al país, y luego, a un héroe de Vietnam con dos guerras abiertas para EEUU. De cómo el inexperto senador de 43 años se convirtió en el elocuente y apasionado candidato del “Sí se puede” da cuenta el documental con el que Brian se ha propuesto devolver a la sociedad el bien que ha recibido. Barackumentary puede considerarse la versión modesta y apasionada de una victoria que también narra, pero con acceso privilegiado, la cinta que estrena el martes HBO, coproducida por el actor Edward Norton (El Increíble Hulk). El canal incluso está organizando a través de internet fiestas para verlo, al estilo de la red de voluntarios con la que Obama revolucionó la política. “By the people: The Election of Barack Obama” está filmado por dos jóvenes documentalistas que acompañaron al candidato en su viaje imposible, Amy Rice y Alicia Sams. Tres millones de voluntarios se convirtieron en espontáneos soldados de a pie, y se agarraron al sueño de cambiar la historia con un voto.

Anécdotas

La abuela Mattie nació en Texas, y tenía tanto miedo a ese estado del sur que quiso impedirle a Brian una visita, temerosa de que lo lincharan. En Los Ángeles el racismo es más sutil, pero no faltan humillaciones, sobre todo de la Policía. Brian recuerda aún estremecido una anécdota de las que rompen la inocencia. Noche de gala en el colegio, 17 años, una chica bonita en el coche, vestida de largo, y él con smoking nuevo. Nada de eso le importó a los policías que los tiraron al suelo bruscamente y le pusieron a él la bota en el cuello mientras registraban el coche. Como excusa, la aleta del taparuedas (¡Ayudame con la palabra que no tengo coche!), estaba torcida. No encontraron nada más, se despidieron con un seco “Perdón” y les dejaron con la fiesta aguada.

O cuando empujaba un coche por la calle con dos amigos para arrancarlo, y tres policías les pusieron una pistola en la sien. Luego se fueron sin más entre risas. “Tengo muchos amigos en la cárcel por cosas que no hicieron. A mí mismo me arrestaron una vez por tomar fotos a una tienda donde vendían alcohol a menores. El dueño llamó a la Policía, me tuvieron tres días en la cárcel y luego me dejaron ir sin cargos. Siempre me sale en el historial cuando pido un trabajo”. Por lo demás, en el Sur basta tener una gota de negro para ser negro.

Todas esas imágenes le brotaban en el corazón la noche del 4 de noviembre, cuando veía a Obama convertido en presidente electo, “junto a una primera dama negra” vestida de rojo. Si de Barack se puede decir que es medio blanco, de Michelle ningún afroamericano tiene dudas. Y su digno pasado como descendienta de esclavos le da solera. “Me acordaba de toda la gente que golpearon durante las manifestaciones de los sesenta, mi tía Brenda es activista de deerechos civiles. El cuadro familiar lo completa un padre policía y un hermano “muy patriota” que ha servido cinco años en Irak. Para julio ya le había convencido, a fuerza de mandarle vídeos de sus discursos por YouTube. De cómo logró convencerle de que eligiera al candidato contra la guerra de Irak frente al héroe de Vietnam, es otra de las cosas que todavía le maravillan.

La esperanza de los estadounidenses

Sólo sus amigos blancos de la universidad creían que EEUU estaba maduro para hacer posible el sueño de Martin Luther King. “Nosotros pensábamos que iba a tardar otros 30 años”, confiesa. “Hace tiempo que conzco a los padres de mis amigos blancos y ahora me tratan como de la familia, pero no creí que estuvieran listos para votar por presidente negro”. El único hombre que lo había acariciado antes era Jesse Jackson, reatratado para la historia en la barandilla del Motel Lorraine junto a Martin Luther King el día que lo asesinaro. Por eso las lágrimas de Jackson, que ni siquiera había apoyado a Obama la mitad de la campaña, volvieron a hacer historia.

Brian está convencido de que a Obama lo matarán, como han matado a cada líder negro de EEUU, pero incluso si no lo hacen “no podrá cambiar las cosas, sólo plantar semillas, como Martin Luther King. Esto es como un gigantesco crucero, no puedes darle la vuelta en redondo, se tarda tiempo. Yo estoy dispuesto a darle no ya cuatro años (que dura cada mandato), sino ocho. No voy a juzgarlo antes”.

¿De verdad han cambiado las relaciones raciales desde entonces?, se le pregunta. Brian asegura que sí. Y como él, el 53% de los afroamericanos en una encuesta del USA Today (menos que los blancos). “Ahora en esta comunidad la gente tiene esperanza, se da cuenta de que sus vidas tienen el valor que les quieran dar. Que pueden ser Barack Obama, como antes podían ser Michael Jordan. Ha nacido una nueva generación de líderes afroamericanos”, promete orgulloso.