COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

El secreto de la pirámide

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Se dice que una obra es faraónica cuando su ejecución tarda más de lo que pueda resultar normal, si es que en la combinación tiempo-obra se puede hallar un término parecido a la normalidad.

No se aplica, por tanto en ciudades como ésta donde se acepta como algo natural que las obras duren cuatro, cinco e incluso diez veces más de lo proyectado.

El diccionario de la RAE define el término faraónico, sin embargo, como algo fastuoso y grandioso.

Tenemos, por tanto, que es faraónica toda aquella obra que, además de enorme y ostentosa haya tardado mucho en construirse.

El pasado lunes, coincidiendo con la festividad de los difuntos -ya saben, esa antigüalla que se celebraba antes de Hallowen- se inauguró por fin la faraónica pirámide de once metros de altura, rematada por un gigantesco ángel de bronce patinado en oro, obra de Luis Quintero -sí, sí, el del candado y el pajarito- con los más de doscientos cincuenta mil nombres de los enterrados en el cementerio de San José grabados uno a uno de forma artesanal por dentro y por fuera del monumento. Un alarde de majestusidad , lujo, opulencia ... una obra faraónica. Una horterada, para acabar pronto.

Dicen los gestores del cementerio que es un monumento único en España. Y tanto. Porque tan mal gusto es difícil encontrarlo como no sea por aquí, donde importa más parecer que ser, y donde se inaugura un monumento funerario dedicado a los alcaldes de Cádiz -también un poco faraónico, todo hay que decirlo- con el nombre y el busto de Fermín Salvochea, pero sin su cuerpo -que permanece en la capilla del Cementerio de San José, y lo que es peor, sin su voluntad.