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ANÁLISIS

Hijo de su obra

Lo que ha hecho Ayala toda su vida es pensar sobre nuestra circunstancia nacional, sobre la historia y la cultura

JUAN JOSÉ SOLOZABAL
CATEDRÁTICO DE DERECHO CONSTITUCIONAL DE LA UAMActualizado:

Si hemos de hablar cervantinamente, y la ocasión parece propicia, pues seguramente Ayala era, hasta hace unas horas, nuestro máximo cervantista vivo. A las personas hay que considerarlas por lo que son y por lo que hacen. Ayala era miembro de una generación de intelectuales en plena madurez en el tiempo de la II República, exponente de lo que la Universidad de la época había llegado a ser, una comunidad de estudiosos y especialistas en perfecto parangón con otros ejemplos contemporáneos europeos. Eran los discípulos de Ortega que se disponían a modernizar el país , una vez dado el empujón general, intentado por el maestro, en los diversos campos de especialización. Ayala fue catedrático de Derecho Político y letrado de las Cortes, formaba parte de lo que podía haber sido una gran Escuela de Derecho público, nucleada en torno al estudio de la Constitución de la Segunda República, y que frustró inexorablemente el desastre de nuestra Guerra Civil.

Un hombre es lo que hace; al fin, hijo de sus obras. Lo que ha hecho Ayala toda su vida es pensar sobre nuestra circunstancia nacional, sobre la historia y la cultura en la que los españoles desarrollan como comunidad su vida. Desde este punto de vista, su obra ensayística es una reflexión antes que nada sobre nuestros clásicos, de los que propone, especialmente de Quevedo y Cervantes, una lectura actual, desde nuestro propios problemas, como contribuciones genuinamente españolas a la idea de la libertad. Me quedo con todo con su rescate, como contribución esencial de Ayala a la construcción de una verdadera memoria colectiva, del tiempo de la Restauración, como gran época reciente de nuestro país. No ignoraba las limitaciones de este tiempo, los obstáculos que imponía en el sistema político la marginación de determinados sectores sociales o mentalidades, pero Ayala ha reflexionado como nadie sobre la condición liberal del espacio público y del verdadero parlamentarismo que se practicaba en las Cortes de la España de finales del siglo XIX y los veinte primeros años del XX. Salvó así este período de nuestra historia política de la descalificación y el desdén y lo consideró acertadamente anticipación de la modernización y europeización de España. Como decía, un caso ejemplar, desde la izquierda liberal, en la constitución de nuestra común y necesaria memoria histórica. Ahí es nada.