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CRÍTICA DEL FESTIVAL IBEROAMERICANO DE TEATRO

Místico, antibélico y erótico

GERMÁN CORONA
CÁDIZActualizado:

C ompuesto por tres coreografías estrenadas en distintas temporadas, y que forman parte ya del repertorio de la Compañía Nacional de Danza, (CND), Gnawa, Kol-nidre y Cobalto, no parecen tener relación alguna entre sí, sin embargo, existen entre ellas algunos elementos que les unen de forma tangencial. De principio a fin, las piezas van pasando de lo colectivo y místico, a lo unipersonal e íntimo. Paralelamente a ésta secuenciación no tan evidente, las evoluciones coreográficas se van haciendo más complejas de principio a fin. La música también se suma a esta evolución no explícita, y es que, gradualmente se pasa en Gnawa, de los ritmos más melódicos y elementales, típicos de la música tribal; a lo más abstracto y casi estridente en Cobalto.

En Gnawa la influencia de lo primitivo se deja sentir en composiciones grupales en su mayoría. Con un matiz casi ritual, y con un vestuario sencillo y eficaz en blancos y negros, esta no tan compleja obra se apoya en una iluminación que cambia de lo frío a lo cálido constantemente, remitiéndonos de forma clara al ser y los sentidos, al ser y las estaciones, al ser y el entorno, al ser individual y al ser colectivo.

Ganando en complejidad y abandonando paulatinamente las masas, Kol-Nidre es la única de las tres piezas que cuenta con elementos escenográficos. De este modo, el espacio se enmarca por un lado con una trinchera, y por el otro con una enorme columna metálica. Con estos sencillos elementos, la propuesta nos remite al mundo bélico. Con un vestuario entre lo gris y ocre, y con evoluciones más centradas en los duetos, el programa va ganando en intensidad y fuerza.

Cobalto, es sin duda alguna, la más interesante. Con un predominio del claroscuro, de la penumbra, del contraluz y con un vestuario casi en su totalidad al negro, la propuesta se vuelca hacia evoluciones más sutiles por un lado en pareja, pero mucho más violentas y agresivas en los solistas. Un par de mesas y una cortina de cadenas a modo de telón de fondo, son suficiente para acercarnos a lo erótico, a lo sexual, a lo oscuro e íntimo. La iluminación es estupenda y la música pese a ser casi del todo abstracta, no deja de complementarse con armonía y contundencia.

Nacho Duato, director de la CND desde 1990, y coreógrafo de estas tres pequeñas composiciones, da muestra de su versatilidad al conjugar de forma delicada y elegante, piezas que aparentemente no tienen nada en común. Fuerza, belleza, y una perfecta correlación entre lo visual y sonoro, hacen de la velada un estupendo cierre del FIT.