Ilustres enterrados en la memoria
Ni siquiera la Wikipedia se acuerda de un puñado de hombres célebres cuyos cuerpos descansan en lo que aspiró a ser un centro de peregrinación y honra de las glorias nacionales
Actualizado: GuardarNi siquiera la enciclopedia digital Wikipedia, cuyo rigor se le presupone aún alto, se acuerda de un puñado de hombres célebres cuyos cuerpos descansan en lo que aspiró a ser un centro de peregrinación y honra de las glorias nacionales. Según la enciclopedia virtual, sólo los restos del político reformista José de Canalejas, que murió asesinado por un anarquista mientras miraba el escaparate de una librería, se encuentran allí. Algo incorrecto, según María Teresa Llopis, encargada de 'custodiar' esos cadáveres insignes, ya que los cuerpos de personalidades como Cánovas del Castillo, Práxedes Mateo Sagasta, Eduardo Dato o Antonio de Ríos Rosas se encuentran allí “perfectamente embalsamadas y en muy buen estado”.
Llega el 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos, pero no parece que este lugar vaya a ser visitado por muchedumbres. “No hay espíritu patriótico”, constata Llopis, que cuenta cómo el edificio se proyectó pensando más en la Abadía de Westminster que en el Panteón de París, llamado el Panteón de Hombres Ilustres de Francia. Un Panteón, el parisino, en el que yacen los cuerpos de grandes figuras de las artes, la política, las ciencias y el saber como Voltaire, Zola, Marie Curie o el escritor, aventurero y emblema de la cultura francesa reciente, André Malraux. Se suicidó en 1976 y fue enterrado como una las grandes personalidades de Estado, en 1996. Compartiría sepultura con personajes como Victor Hugo, a cuyo entierro acudieron cientos miles de parisinos (según medidores de la época...) que abandonaron sus quehaceres para dar el último adiós al gran escritor del pueblo.
En Madrid, el aspecto que presenta el Panteón es bien distinto. Ocupado por tan sólo personalidades relevantes de finales del XIX y principios del XX, en 2009 son raros los curiosos que se acercan hasta este edificio neobizantino, en el que se pueden admirar las valiosas esculturas fúnebres de Mariano Benlliure o Agustí Querol. “A mí nunca nadie me ha preguntado nada”, reconoce con un punto de amargura la historiadora Llopis. Y cuenta que en los años setenta las instituciones catalanas y aragonesas solicitaron el traslado de Prim y Palafox a sus respectivas ciudades de origen, Reus y Zaragoza. “El de Prim era un sepulcro muy bonito, con damasquinados, obra de Plácido Zuloaga (padre del famoso pintor)”, recuerda Llopis, al tiempo que saca una documentación con fotos del sepulcro del que sólo queda la sombra en el suelo.
En su día, se intentó congregar en ese lugar, muy cerca de la Basílica Nuestra Señora de Atocha, a personajes de la talla de Cristóbal Colón, Lope de Vega, Velázquez o Tirso de Molina, pero diversas causas, como la imposibilidad de hallar los restos, hicieron fracasar la idea. También cuestiones de cariz político, como el traslado a Madrid del cadáver de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador. “Burgos no quiso”, señala la funcionaria de Patrimonio Nacional. En su día, los restos mortales de Franciso de Quevedo, Garcilaso de la Vega y Calderón de la Barca ocuparon el espacio de este Panteón inaugurado hace 140 años, pero más adelante fueron reclamados por sus lugares de origen, lo que frenó el proyecto de crear un gran monumento funerario nacional. Tan sólo quedaron unos pocos ilustres, cuyos cuerpos sepultados no figuran ni siquiera en la enciclopedia más importante de internet.
La soledad de don Pío
Quizá si el complicado proyecto de Panteón nacional hubiera prosperado, Pío Baroja (San Sebastián 1872–Madrid, 1956) hubiera sido enterrado allí. Aunque es mucho suponer que hubiera solicitado, en sus últimas voluntades, un destino tan público y solemne como ése, algo que sí hizo, en cambio, el francés Victor Hugo. Porque Pío Baroja, como el fundador del PSOE, Pablo Iglesias; los presidentes de la I República, Nicolás Salmerón y Francisco Pi y Margall o la comunista Dolores Ibárruri eligieron ser inhumados en el cementerio civil de Madrid, un pequeño anexo mortuorio junto al descomunal camposanto de La Almudena. Otro destino para este día de Todos los Santos que seguramente, reunirá a más visitantes que el olvidado Panteón obra del arquitecto Fernando Arbós y Tremanti.
El visitante puede solicitar, en las oficinas situadas a la entrada del cementerio 'católico', como se le conocía antes, la ubicación exacta de la tumba del fallecido al que se quiere visitar. En un folio impreso se indican las coordinadas concretas y unos datos básicos del enterramiento del finado: Baroja Nessi, Pío, Inhumación 31/10/1956 Cementerio: Almudena Civil. Zona: Adultos, Cuartel 4B, Manzana, 29, Letra B, Cuerpo 1. Ahí reposa, desde hace más de medio siglo, el popular escritor vasco, en una tumba completamente sobria y carente de ningún tipo de ornato. A su lado, azares del destino post mortem, un tal Higinio Gutiérrez Alonso, muerto en 1920, y en cuyo sepulcro sí que hay elementos religiosos.
Inaugurado en 1884, este camposanto, de diminutas proporciones comparado el cementerio 'matriz', recibirá este 1 de noviembre, como cada año, a los familiares de los allí enterrados. Muchos de ellos, en enorme proporción, con apellidos alemanes. Hilde Knittel, familia Studer, familia Oettel, Berta Homeyer, Herman Fleck, Gertrud Adam y decenas de nombres de similir raíz germánica que a buen seguro guardan, en lo más silencioso y profundo de sus sepulcros, una historia que quedó sepultada para siempre junto a ellos.