la rotonda

El típico gaditano

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Cádiz volverá a ser escenario de una película. Nada más y nada menos que de Tom Cruise y Cameron Diaz. Knight & Day se llamará y cabe suponer que será una de las pelis del año, al menos si nos guiamos por el caché de los protagonistas, dos de los mejor pagados de Hollywood. A priori es una buena noticia. Excelente por lo que de proyección internacional supone para la ciudad y buena por el impacto económico, con dinerito fresco para los cientos de gaditanos que harán de extras y con todo un rodaje hollywoodiense hospedándose aquí durante unos diítas.

Pero, ojito, que las superproducciones del cine norteamericano las carga el diablo. Son un arma de doble filo. Y con Tom Cruise ya tenemos experiencia. Si no la ha visto y tiene usted tiempo y ganas, hágase con un DVD de Mission Impossible II. O bájese la peli de Internet, que es más moderno. Memorable esa escena inicial de la Semana Santa de Sevilla, representada por unas falleras valencianas (¿¿¿¿????) y una especie de antorchas raras que aquello ni era Semana Santa ni era ná de ná.

Esta semana, la productora de la peli de Cruise y Diaz ha estado buscando a medio millar de típicos gaditanos. No buscan nada especial, sólo gente que haga de si misma. Que sean típicos gaditanos. Pero, ¿qué es eso? ¿Esos quiénes son? Miedo me da lo que pueda salir ahí mientras la parejita de guapos se achucha con Cádiz de fondo.

De momento ni siquiera se sabe si la ciudad se va a representar a sí misma o si será como en la de James Bond, que Cádiz no era Cádiz sino La Habana. De momento lo único que han dicho es que será Cádiz o una ciudad sin nombre, pero nunca otra.

Pero volviendo a lo del típico gaditano. Se me ocurren decenas de típicos gaditanos. Para empezar, el típico gaditano que se presenta a un casting pensando que en cuanto le vean, el director le va a dar puerta a Tom Cruise para darle a él el papel principal. Ese típico gaditano se presentó una vez a una prueba de Gran Hermano y casi pasa a la segunda fase. Y en la de Operación Triunfo ni le miraron porque la que organizaba aquello no tenía ni puñetera idea. Ese típico gaditano –que se chupa cinco horas de cola con una camiseta de licra ajustada, los pelos para arriba gracias a un kilo de gomina y una gafas de sol que le tapan toda la parte alta de la cara– sale en una comparsa, tiene una voz de pito que se sale de los pellejos y está convencido, convencidísimo, de que su futuro está en la tele, o en un escenario como Nández o alguno de esos.

Este perfil de típico gaditano es perfectamente aplicable al género femenino, sólo que su frustración vino cuando la rechazaron en Se llama copla.

Hay muchos más típicos gaditanos. A saber, el típico gaditano carnavalero, que todos los episodios de su vida los mide en función de cuando salió tal o cual chirigota. «Ah, sí, eso fue en el 93, cuando ganaron Los Ricos del Selu. Qué pelotazo». Por supuesto, se siente obligado a rematar cada frase con una gracieta y se presenta a todos los concursos de monólogos de la tele ataviado con una camiseta del Cádiz.

También está el típico gaditano capillita. Todo el santo día conspirando sobre el Hermano Mayor de tal o cual cofradía, monopolizando las conversaciones con temas tan variopintos como el último manto de según qué Virgen o el paso de palio de no sé qué hermandad. Por supuesto, la iglesia ni pisarla los domingos. Eso de ir a misa y cumplir con los preceptos católicos no es obligatorio en este mundillo, por paradójico que parezca.

Otro típico gaditano: el cadista. Todo en su vida gira en torno al azul y al amarillo. Desde las sábanas que le pone a los niños en la cama, con un enorme escudo cadista, a la taza del café pasando por las fotos en todos los lugares que visita con su vieja camiseta de Oli puesta.

Todos ellos son hasta pasables si los comparamos con el típico angango gaditano.No hace falta que se lo describa porque, por desgracia, forma parte de nuestro día a día. Cómo esa sea la imagen que den de nosotros, malo. Porque la que seguro que no van a dar es la del típico gaditano normal y corriente. El de bien. El que se comporta con educación, el que viste con corrección, el que disfruta de su ciudad sin dar por saco a los demás. Pero claro, ese no se presenta a los castings.