Mordisqueo cultural
Actualizado: GuardarTengo la impresión de que, en el terreno de la cultura, sufrimos unos desórdenes parecidos a los desequilibrios que observamos actualmente en algunos hábitos alimenticios. No sé si los originan el temor a engordar o si influyen las estrategias publicitarias, pero el hecho comprobado es que está aumentando considerablemente el número de los clientes que prefieren tapitas o platos bajos en calorías en vez de aquellos sabrosos guisos de cuchara. La prueba la tenemos en la cantidad de locales que ofrecen, por ejemplo, kit-kats, sándwiches, ensaladas de zanahoria, galletas, zumos de tomate o de pomelo.
Si repasamos las páginas culturales de los medios de comunicación, podemos comprobar cómo abundan, sobre todo, unas recetas de libros que, como globos multicolores, no pesan pero tampoco alimentan. En los anaqueles de las librerías escasean los libros sustanciosos -ricos en proteínas- y abundan las publicaciones que nos sirven para picotear, ese hábito tan parecido al zapping de la televisión, al shopping de los sábados por la mañana, a las excursiones pictóricas y al ojeo de los periódicos dominicales.
Esta nueva costumbre de mordisquear libros bajos en calorías, de asistir a una obra de teatro desprendida de su contexto, de pasear por una exposición neoconstructivista, de emplear una o dos tardes al año en un concierto sinfónico, de asistir una noche a un festival de jazz, rock, new age o de rap, de participar en un festival flamenco o, incluso, de hacer un viaje turístico a Florencia o a París, aunque, sin duda alguna nos sirva para darnos una superficial capa de barniz, no nos proporciona una nutrición equilibrada y, a mi juicio, sus resultados finales pueden ser una anorexia próxima a un nuevo analfabetismo de más alto nivel que el que sufríamos antaño.
En esta nueva situación no es extraño que algunos críticos, convencidos de que su tarea consiste en satisfacer nuestros deseos de saltar sobre el tejado de las novedades, nos traten como simples consumidores de cultura y se limiten exclusivamente a promocionar los números uno en las listas, los premios, las modas, los sucedáneos de literatura. Tengo la impresión, sin embargo, de que, poco a poco, aumenta el número de lectores que -aturdidos por los gritos de las modas pasajeras- buscan unos alimentos más sanos, sustanciosos y equilibrados que, además de nutrir sus mentes, les ayuden a situarse en el mundo y a disfrutar de una manera más honda.
Creo que seguimos necesitando unos maestros o, al menos, unos guías competentes que nos defiendan del picoteo letrado ofreciéndonos unas líneas de referencias que nos orienten en el espacio figurante y bullicioso del hipermercado cultural, que nos ayuden a situar cada hallazgo, a comprender la totalidad y, en consecuencia, a elevar la calidad de nuestras vidas humanas, ampliando nuestras ansias de disfrutar con dignidad, con inteligencia y con corazón, ahondando en nuestra necesidad de apresar momentos fugitivos y a volver a vivir la vida. Los gritos de las modas pasajeras y la pérdida de referencias nos crean malestar y nos empujan hacia la irracionalidad compulsiva en busca de advenimientos milagrosos, sitúa en un puesto preeminente las meras apariencias y extiende la perplejidad y la desconfianza entre los que, sinceramente, buscan disfrutar con las creaciones bellas.