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Ejemplaridad y ejemplos
Actualizado: GuardarComo dicen que una imagen vale más que mil palabras, ninguna como la del pasado jueves en la Cuesta de las Calesas me sirve tanto para hablar de ejemplos. En el Instituto de Fomento daban trabajo, y había cola. Dar trabajo y hacer cola en una ciudad como Cádiz son dos acciones que no concuerdan mucho, para qué vamos a engañarnos. Pero sí, era cierto. Daban entre quinientos y dos mil puestos de trabajo, sin cualificación y sin necesidad de formación académica. Los requisitos eran simples, tener entre dieciocho y cincuenta años, presentar una fotocopia del DNI y estar en disposición de demostrar una afiliación a la Seguridad Social. Simple. Y más simples aún las funciones del puesto de trabajo: fingir ser gaditanos en Cádiz durante diez minutos. Fácil. Eso sí, en el cine. Total, otro casting de los que tanto gustan por estas latitudes donde todo el que no sabe hacer otra cosa, acaba delante de las cámaras. Todo un ejemplo de lo que somos y de lo que podemos llegar a ser.
Así que los afortunados tendrán la oportunidad de ver de cerca a Tom Cruise -pero sin mirarlo a los ojos, según se comenta-, y a Cameron Díaz, -protagonistas de Wichita o Knight and Day como demonios se llame al final la película- durante las dos o tres semanas que dure el rodaje de lo que se supone el taquillazo de la próxima temporada. Y a diferencia de Boston, que ha pagado un dineral para que la producción se ruede allí, no ha sido la ciudad la que ha llamado a ninguna puerta para que vengan las cámaras, sino que al reclamo de su belleza, Cádiz será también protagonista de la película. Otro ejemplo de lo que siempre decimos, que tenemos un tesoro y que lo único que nos falta es interpretar el mapa que lo desentierre.
Pesimismo en el ambiente
Algo tiene que cambiar, si no está cambiando ya. Porque es muy fácil describir los vicios de la propia sociedad y quejarse de ellos. Es muy fácil oficiar de derrotistas y profetizar el desastre. Por eso -y no por otra cosa- hay tanto pesimismo en el ambiente. Pero es quizá este el primer síntoma de cambio. Kierkegaard decía que los seres humanos se mueven en la primera etapa de su vida por lo que les agrada y por lo que les gusta, sin más, que se inician en la vida con una existencia estética. Y posteriormente se mueven por lo que es más conveniente para ellos, por lo que deben a su entorno, adoptando una postura ética ante la vida. Ejemplos de la disfunción que se produce entre lo que nos gusta hacer y lo que debemos hacer tienen ustedes para poner un puesto. Ahí es donde sobran los ejemplos y donde empieza a tomar forma la ejemplaridad. De todo esto, que se puede aplicar a todo lo que ustedes imaginen nos habla Javier Gomá en su libro Ejemplaridad pública, en el que analiza no sólo los logros sino los fracasos de esta sociedad que nos ha tocado en suerte, enunciando los valores que mantienen en pie la estructura social y que últimamente han caído en desgracia como el respeto, la justicia, el buen gusto, la confianza, el esfuerzo cotidiano, la superación y el rechazo a la vulgaridad.
Todos somos responsables en cierta medida de los escándalos políticos, de la corrupción, de la desidia, del desinterés porque todos tenemos que dar ejemplo con nuestros actos. La ejemplaridad es cosa de todos, y se demuestra día a día, en las urnas, en el trabajo, en la calle, en la educación. Dice Gomá que el problema de la educación en este país no es simplemente un problema educativo, sino de mentalidad, «no se resolverá con ordenadores y bibliotecas, ni con autoridad mientras a los niños se les enseña que pueden decidir y hacer con su vida lo que les de la gana». No es una cuestión de libertad, sino de hacer un uso cívico de la libertad.
Ordenadores para todos
Andamos todos preocupados, o eso decimos, por la educación de nuestros niños. Una sociedad que empieza a preocuparse por la educación de sus miembros es una sociedad que avanza. Algo tenemos. De momento, el Ministro de Educación se plantea la posibilidad de elevar hasta los dieciocho años -no sé qué dirá Bibiana- la obligatoriedad de los estudios y Rubalcaba hablaba el otro día del valor pedagógico de las multas «no multamos por placer» decía. Bueno, no está mal. Por lo pronto, los ordenadores gratuitos para los alumnos de quinto y sexto de primaria ya están aquí y dentro de poco los tendrán nuestros niños. Habrá que ver qué hacen con ellos, y si no va a resultar peor el remedio que la enfermedad.
No. No vamos a ser agoreros, ni conviene aplicar la Ley de Murphy a estos casos. La educación, y no sólo la que se vende en los colegios con la etiqueta de obligatoria es una cuestión prioritaria y ahí es donde se deben aunar todos los esfuerzos. Lean la novela de Lionel Shriver We need to talk about Kevin -Tenemos que hablar de Kevin, en la traducción española-, el relato descarnado de la madre de un adolescente conflictivo que termina cargándose a medio colegio en una matanza sádica meticulosamente planificada. Un libro terrible, durísimo que plantea uno de los interrogantes que más afectan a nuestra sociedad: «¿en qué nos estamos equivocando?»
Nos sobran ejemplos, pero nos falta ejemplaridad.