Merkel saluda a Sarkozy y al primer ministro francés, François Fillon, antes del comienzo de la cumbre europea. / AFP
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Blair se desinfla en la pugna europea

La Unión salva el escollo checo y se enfrasca en la búsqueda del presidente del Consejo

CORRESPONSAL. BRUSELAS Actualizado: Guardar
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Una cumbre de ficción la que ayer congregó en Bruselas a los líderes de los Veintisiete, en la tradicional convocatoria de otoño del Consejo Europeo. La anómala situación que vive la UE, con el Tratado de Lisboa pendiente todavía de ratificación por culpa del presidente checo, Vaklav Klaus, confinó los aspectos más urgentes del debate comunitario a conversaciones de pasillo, de las que apenas trascendieron detalles marginales.

La cumbre abordó, de manera más o menos formal pero en todo caso a título confidencial, dos materias principales: la fórmula que se ofrece al presidente checo para que ratifique el Tratado de Lisboa (y los tiempos inherentes al proceso) y las primeras consecuencias institucionales de la aplicación del nuevo texto, entre las que tiene especial relevancia el nombramiento del presidente del Consejo Europeo y del nuevo Alto Representante para la PESC, con funciones de ministro de Exteriores de la UE aunque esta denominación no prosperara en las negociaciones del Tratado por reticencias británicas. El reparto de estos dos cargos y su papel a desempeñar junto a los de presidente de la Comisión y el Parlamento acapararon buena parte de las conversaciones.

El planteamiento que ayer le fue formulado a la delegación checa en el Consejo Europeo, que encabezaba su primer ministro, Jan Fischer, para que le sea trasladada al presidente Klaus, es que la República Checa se quede al margen de la Carta de Derechos Fundamentales, como ya es el caso del Reino Unido y Polonia. La materialización jurídica de la exención se producirá cuando se adhiera un nuevo socio a la UE, como Croacia o Islandia. El protocolo correspondiente figuraría anejo al tratado de adhesión correspondiente, y no requeriría ratificación específica por parte de los Estados miembros. No habrá en ningún caso compromiso firme del Consejo al respecto hasta que Klaus no haya firmado el documento. La ratificación del Tratado de Lisboa es, por lo tanto, condición previa para que la República Checa obtenga la exención de las obligaciones del texto que su presidente reclama fuera de plazo.

No hay fechas oficiales para la ceremonia de la firma en Praga. Fuentes de alto nivel del Consejo consideraban posible, en conversaciones informales con este periódico, que Klaus suscriba el documento el próximo 17 de noviembre, que es una festividad importante del calendario checo. Con ello, el Tratado de Lisboa podría entrar en vigor el próximo diciembre. A última hora de ayer, incluso se aseguraba que el país centroeuropeo había pedido al resto de delegaciones que estuvieran listas para otra cumbre en dos semanas ya que Klaus pretendía asistir el próximo día 9 al vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín. Para ello, debe estampar antes su firma en el Tratado.

La cuestión de los nombramientos está subordinada a la decisión de Klaus, pero ayer hubo movimientos en el Consejo. La víspera, al parecer, Sarkozy y Merkel lograron ponerse de acuerdo sobre el nombre del presidente del Consejo de la UE, durante la cena que mantuvieron en París. La canciller, no obstante, rehusó pronunciarse sobre el tema.

El PPE consideró que la candidatura de Blair es inadecuada y apostó por Juncker o por el holandés Hans Peter Balkenende. Los socialistas reivindicaron directamente el puesto de Alto Representante para una persona de sus filas. Rodríguez Zapatero lo dejó claro durante una intervención ante los medios informativos.

Los socialistas europeos tampoco alcanzaron un acuerdo sobre las aspiraciones de Blair al sillón presidencial, lo que complica todavía más su candidatura. Zapatero, al igual que otros miembros de la agrupación progresista continental, apostaron abiertamente por un «presidente europeísta».

Pero el ejemplo ha cundido y ayer los liberales reclamaban uno de los dos puestos a crear con el nuevo Tratado, alegando su apoyo determinante a Barroso para la presidencia de la Comisión y el hecho de que los conservadores tengan esta jefatura y la del Parlamento europeo. En estas circunstancias, los nombres que menos aparecen suelen ser claves en la elección final. Personalidades como Wolfgang Schüssel, ex canciller austriaco (PPE), o Felipe González, tienen posibilidades claras.