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Un policía carga con un funcionario afgano herido por el ataque al local de la ONU. / AP
MUNDO

El terror talibán asalta Kabul

La Embajada española recibe el impacto de disparos del ataque de un comando a una residencia de la ONU que deja nueve muertos

MIKEL AYESTARAN
ENVIADO ESPECIAL. KABULActualizado:

La Embajada española en Kabul fue testigo directo ayer de la denominada guerra asimétrica que sufre Afganistán. En la delegación olía a pólvora y se podían ver en sus paredes las huellas de al menos doce impactos de bala, daño colateral de la operación yihadista que acabó con la vida de seis empleados de Naciones Unidas, dos agentes de la Policía y un civil tras el asalto a una de las residencias de la ONU en la capital afgana. «Nunca piensas que te va a tocar, pero nos ha tocado», reflexionaba desde la terraza de su habitación el cónsul español, Marco Peñín, mientras las llamas consumían la residencia Bakhtar tras una hora larga de combate entre los milicianos y las Fuerzas de Seguridad. A sus espaldas, cinco balazos en la pared.

Un piso más abajo reside el canciller de la Embajada, Carlos Lozoya, la persona más afortunada. Si como hace en tantas ocasiones se hubiera quedado dormido en el sofá frente al televisor, hoy posiblemente no lo podría contar. Dos proyectiles atravesaron las ventanas de su habitación. Ventanas de cristal laminado, no blindado, que no resisten el impacto de las balas de un Kalashnikov, el arma que todo afgano maneja desde pequeño. La única dependencia que dispone de cristales antibalas es el despacho del embajador.

«Ha sido fundamental la sangre fría del personal y la reacción de la Policía Nacional y el equipo del Grupo Especial de Operaciones (GEO)», señalaba el encargado de negocios, Eduardo Carrasco, mientras explicaba que para cuando se dieron cuenta de que estaban en mitad del fuego cruzado los encargados de la seguridad interna les habían reunido ya a todos en el sótano. Otra cosa bien distinta es la vigilancia externa. «Había tres personas, así que si en lugar de la ONU nuestra legación hubiera sido el objetivo, no sabemos lo que podría haber ocurrido», advertía Carrasco, que en todo momento estuvo en contacto directo con el embajador, José Turpin, uno de los representantes diplomáticos de la comunidad internacional con más experiencia en el país centroasiático.

La Embajada española, que se encuentra en la zona de Wazir Akbar Khan, sin apenas muros de protección, cuenta «con el personal de seguridad justo», según fuentes de la propia representación.

Si se compara con las dependencias de otros países europeos, España está lejos de los estándares de protección que aplican sus vecinos, algo sobre lo que se ha alertado en repetidas ocasiones y que no termina de mejorarse. Éste es el segundo ataque indirecto que sufre la legación española en Kabul tras el atentado suicida contra el cuartel general de la OTAN que el pasado agosto mató a ocho personas y causó daños en la residencia del embajador. «La ciudad está silenciosa, esto no es Kabul», murmuraba Khaled al volante de su Toyota Corolla a este enviado especial camino de la gran columna de humo que salía de la guest house de Naciones Unidas. Durante más de una hora tres talibanes se hicieron fuertes en el interior de una casa de huéspedes de la ONU, ocupada en su mayoría por personal de origen africano que se encuentra en el país trabajando en labores de apoyo a los próximos comicios presidenciales.

Segunda vuelta

Los talibanes reivindicaron una acción que enmarcaron en su lucha por boicotear la segunda vuelta electoral prevista para dentro de nueve días. «El atentado contra la ONU en Irak marcó un antes y un después y lo de esta mañana (por ayer), también. Los talibanes han sobrepasado una línea y empieza una nueva fase en el conflicto», opinaba un funcionario de la ONU.

Cuando el asalto a la casa de Naciones Unidas parecía bajo control y los bomberos extinguían las llamas, los teléfonos de los diplomáticos españoles volvieron a sonar con malas noticias. Dos cohetes habían impactado en el hotel Serena y sus huéspedes fueron evacuados. El que va a ser el cuartel general de la misión de observadores de la UE para las elecciones volvió a estar una vez más en el punto de mira de una insurgencia que en enero del pasado año introdujo un comando en el interior del establecimiento y mató a ocho personas.