Mordidas
Actualizado: GuardarE l día de Reyes de 1990 estaba en la República Dominicana. Por razones que no vienen al caso, tuve que coger un taxi para desplazarme de La Romana, situada al sur de la isla, a Punta Cana, al norte. Negociado el precio, el taxista me advirtió de que era muy probable que, siendo el día que era, la policía nos parara en la carretera para 'pedir' su aguinaldo. Así fue. Dos sonrientes maderos nos pararon y, tras felicitarnos el año nuevo, encontraron carencias en el coche que pasarían por alto si les dábamos veinte dólares. En caso contrario, ahí terminaba el viaje. Un coche en esas condiciones no podía rodar por la carretera. La compañía telefónica Jazztel mantiene una agresiva política comercial. Desde números de identidad secreta, me llaman una y otra vez al teléfono fijo aunque les he pedido repetidas veces que dejen de hacerlo. Consulté a Telefónica si había alguna manera de evitar estas llamadas. Telefónica respondió que sí. Basta con que ellos discriminen las llamadas de identidad secreta. Les dije que estupendo, que lo hicieran. Pero el 'servicio' cuesta un euro con veinte al mes. Y un 'alta' por ese 'servicio' de seis euros. Les dije que prefería seguir mandando a practicar sodomía pasiva a los de Jazztel. Si usted pide al BBVA un crédito personal, por ejemplo de 10.000 euros, no basta con el alto interés anual que pagará por esa cantidad. Además, hay una comisión de apertura del 2% del capital prestado, es decir, en ese caso, de 200 euros. Los policías dominicanos eran unos pequeños 'gangsters' que con esas mordidas suplían sus magros sueldos. Las otras empresas -menos la pesadísima Jazztel, supongo-, gozan de saneadísimos beneficios, quizá precisamente por esas comisiones, altas y aperturas sin cuyo abono no te dan servicios que ya pagas con creces en la propia relación comercial con las mismas. Ya saben. Detrás de toda gran fortuna hay un crimen en el pasado, por lo menos. Y después, millones de pequeñas mordidas.