El lastre del déficit
Actualizado: GuardarLa multiplicación por cinco del déficit público entre septiembre de 2008 y el mismo mes de este año, hasta alcanzar ya el 6% del PIB, constituye un síntoma inequívoco de la erosión que están sufriendo las cuentas públicas a causa de la crisis. Es obvio que ese desgaste sería mucho menos acusado sin el imparable crecimiento de la cobertura por desempleo ante el aumento del paro y sin las medidas adoptadas para tratar de refrenar los peores efectos de la recesión. Pero esta evidencia no resta gravedad alguna al escenario al que lleva tanto tiempo asomándose nuestra economía, ni tampoco justifica la renuencia del Ejecutivo a admitir lo problemático que puede resultar salir de esta crisis con un déficit desbocado. Los datos no han llevado al Gobierno a revisar sus previsiones, que establecen un desequilibrio entre ingresos y pagos del 8,1% por parte de la Administración del Estado. Si resultaría negativo que la realidad del deterioro económico superara los niveles que se auguran para el cierre de 2009, aún lo es más que se tienda a minusvalorar el lastre del déficit por el hecho de que incrementarlo haya sido poco menos que obligado ante la profundidad del ciclo recesivo. Primero, porque un repunte tan acusado exige que al menos las iniciativas que hayan contribuido al mismo ofrezcan resultados que lo justifiquen en términos de dinamismo económico; un objetivo que no se ha logrado aún pese a que haya podido contenerse el avance de la crisis. Y segundo, porque la hipótesis creíble sobre una recuperación más tardía en el caso de nuestro país, o insuficiente para retomar la senda de la creación de empleo, puede acabar convirtiendo el déficit en una pesada herencia.