
La huella de Alberti diez años después
Hace una década, de madrugada, falleció el autor de 'Marinero en Tierra'. Sus amigos y discípulos confían en que su legado literario logre vencer al olvido
CÁDIZ Actualizado: GuardarEl 29 de octubre de 1999 esparcieron sus cenizas en las aguas de la Bahía. El mar se llevó al hombre y devolvió el mito. Murió tal día como hoy, de madrugada, plácidamente, sin darse cuenta. Alberti fue un escritor prolífico, un dramaturgo comprometido, un pintor sensible, un político pacífico, honesto y coherente. Cantó a lo que quiso cantarle: a la libertad, al mar, a la justicia y al pueblo. Cuando se le apagó la voz, el consuelo de los suyos fue el legado de sus palabras. Pero han pasado diez años y, para algunos, el eco de su obra (por simple coyuntura histórica, o puede que por desidia) se apaga. Para otros, la vigencia de sus textos está por encima de vaivenes editoriales, e incluso de la gestión más o menos acertada de su herencia creativa.
Objetivamente, las hemerotecas hablan por sí mismas: en cada conmemoración de su nacimiento o muerte, la tormentosa polémica sobre la propiedad de sus derechos de autor ha ganado la batalla a la discusión objetiva y legítima sobre la pervivencia de su obra. El embrollo judicial y familiar, con trama de telenovela y espinosas ramificaciones económicas, ha pesado más que la poesía.
Dan fe de que no es un tema cómodo las reacciones de muchos de los que fueron sus amigos y discípulos cuando se les pide opinión. No obstante, hay casi unanimidad total en que la figura de Alberti no vive un buen momento. Otra cosa son los porqués.
Para Felipe Benítez Reyes, se trata de una cuestión cíclica: «Casi todos los poetas de importancia pasan por épocas de esplendor y por épocas de afantasmamiento. A Alberti parece que ahora le toca una de las segundas. De cualquier forma, su poesía está instalada en el ámbito de lo perdurable. Es un referente ineludible de la poesía española del siglo XX».
Trece años
Quizá el más beligerante con la forma en la que se está (o no se está) divulgando la obra de Alberti sea el escritor Benjamín Prado. Le conoció, por casualidad, en un bar de Las Rozas. «Cuando yo terminaba COU y quería ser Bod Dylan o Borges.» Y trabaron, de forma espontánea, una amistad que les unió durante 13 años, y de la que surgió un libro cálido y emocionante, A la sombra del Ángel. Prado resume su experiencia junto al poeta de una forma muy explícita: «En toda mi vida nadie me ha tratado la mitad de bien que él». «La huella está casi borrada, la verdad. Alberti es un escritor en proceso de desaparición. No cayó en buenas manos. Se han puesto demasiados intereses, demasiado dinero, encima de un material tan frágil como la poesía».
Marca registrada
Es más claro aún cuando afirma: «La poesía no está ahí para sacar dinero de ella. No se puede convertir a un poeta en marca registrada, ni pedir millonadas por cualquier cosa. La poesía sobrevive a base de respeto, de cariño y de trabajo...» Señala como ejemplo el caso de la familia de Federico García Lorca: «En otras cosas se les podrá poner pegas, pero en el fomento de su obra han hecho un gran trabajo». En cuanto a la labor de la Fundación, Prado cree que un modelo cercano a seguir es la Caballero Bonald, en Jerez: «Ahí están las actividades que realizan, un magnífico y continuado trabajo que rinde sus frutos».
Insiste: «El camino para mantener una poesía a flote no es sacar todo el dinero que se pueda». Guarda, no obstante, un resquicio de esperanza: «De todas formas, Alberti volverá... si lo dejan volver, porque cuando el ancla es más grande que el barco, el barco acaba hundiéndose».
Se muestra escéptico ante las nuevas iniciativas editoriales de la Fundación, destinadas a revitalizar la figura del poeta: «No se trata de las líneas que se abran, únicamente, sino que hay un problema de fondo: una obra del calibre de la de Rafael debería estar en más manos. Hasta que no cambie esa cuestión, no se trata de qué cosas se hacen, sino que van todas dirigidas a un mal destino.»
Montajes y barreras
José Ramón Ripoll, que también tuvo la suerte de compartir con Alberti algunos momentos «inolvidables», denuncia que «hay un cierto interés por desligar la obra albertiana de todo lo que representó su persona». Y recalca: «Fue así hasta el final, porque aunque algunos de los que le rodearon, ya en su última época, se empeñaran en trastocar su trayectoria, hasta el punto de meterle en su casa, en plena campaña electoral, al entonces candidato de la derecha, Aznar. Pero no consiguieron doblegarle. Lo manipularon, pero no lograron sacar del poeta más que una triste fotografía con cara de ausente en el montaje».
«Es una pena que exista aún una barrera que impida acercarse libremente a la figura y obra de Alberti para difundirla como él deseaba», recalca. «Si en vida le hubieran dicho que su figura y obra, su firma o trazo iban a quedar registrados como una marca de colonia, se hubiera rebelado y hubiese mandado a hacer puñetas a más de cuatro».
Para José Ramón Ripoll «el celo que sus actuales guardianes están poniendo sobre su obra parece tener más que ver con una celosía o reja de convento de clausura que con una verdadera preservación contra los mercaderes de turno. Pero si la palabra de Alberti venció incluso a la rígida censura franquista, colándose por las trastiendas y los oídos de la insumisión, cómo no va a lograr vencer estas rejillas interesadas. La verdad es que su obra merece la generosidad que el propio poeta nos enseñó a todos en vida». Y se lamenta: «Hoy, por desgracia, su difusión es mucho menor de lo que se merece, pero es cuestión de tiempo».
dperez@lavozdigital.es