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Más que un servidor del Rey

JUAN JOSÉ LABORDA / CONSEJERO DE ESTADO, EX PRESIDENTE DEL SENADO |
MADRIDActualizado:

Además de los servicios que dio a la democracia española durante tanto tiempo, y en circunstancias épicas -como el 23-F-, Sabino Fernández Campo entendió de manera virtuosa la novedad de las nuevas instituciones constitucionales. Siendo presidente del Senado comprobé que don Sabino conocía y apreciaba profundamente las Cámaras parlamentarias, así como a muchos miembros del Congreso y del Senado. Cuando Francisco Ayala recibió el Premio Príncipe de Asturias en 1991, le propuse al premiado que impartiese una conferencia en el Senado.

Ayala se mostró encantado, especialmente cuando le sugerí que se refiriese a las relaciones nuevas entre América y España y le planteé la posibilidad de que presidiera el acto la Reina. Hablé con Sabino Fernández Campo por teléfono, y él mismo me propuso que almorzáramos juntos para tratar del asunto. Lo hicimos en el comedor del Senado, y antes de que yo expusiese mis planes, se apresuró a manifestarme que quería que el Rey asistiese junto con la Reina, presidiendo ambos la conferencia de Francisco Ayala. Me vino a decir que no veía apropiado esa tendencia que existía por la cual la Reina se encargaba de cuestiones culturales, mientras que al Rey se le relacionaba más con temas económicos o militares.

A partir de ese comienzo tan directo, Sabino Fernández Campo pasó a darme su opinión sobre las características y obligaciones que el Rey, la Reina y el Príncipe heredero tenían en España. "El silencio es la mejor lealtad". Esa frase suya me lleva a preguntarme acerca de los riesgos que el jefe de la Casa Real corría al comentar abiertamente conmigo sus preocupaciones con la Familia Real. ¿Estaba entonces convencido de que aquel nuevo presidente del Senado iba a ser discreto? Años después, he tenido la oportunidad de recordar con él aquel almuerzo en el Senado. Le confesé, entre bromas, la impresión que saqué de sus confidencias.

Más allá de su relativa importancia, lo relevante estribaba en la confianza que él, representante del Rey, sentía conmigo, un socialista, representante elegido, y que venía de un mundo familiar y político alejado del suyo. Para mí fue una clase práctica de unas historias separadas que se fundían en una Historia compartida.

Sabino Fernández Campo sirvió a la Monarquía parlamentaria. Él sabía que era mucho más que servir al Rey. La Constitución crea una Monarquía con unos rasgos institucionales que no tienen comparación en ningún país del mundo. Es una de las originalidades de nuestra Ley fundamental. Don Sabino tuvo la inteligencia, la prudencia, la sensibilidad, y por qué no decirlo, la exquisita educación del militar que fue durante toda su vida, para aplicarla y para defenderla desde su puesto al lado de Don Juan Carlos. Descanse en paz.