El estilo de vida ha obligado a los familiares a delegar el cuidado de sus mayores./ A. V.
Ciudadanos

Cuando los hijos no pueden atender a los padres

La creciente demanda de plazas en centros de día de la provincia y la larga lista de espera obligan a la Junta a duplicar la oferta de este recurso que suple al cuidado familiar

CÁDIZ Actualizado: Guardar
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Una de las grandes paradojas de la vida, el cierre del círculo de toda existencia. El que otrora fuera cuidador, vigía del descanso y sustento de un hijo u otro familiar, necesita ahora de alguien que asuma ese papel. Lo habitual es que recoja el testigo a quien ayudó en el pasado, pero lo ordinario se ha convertido en puntual.

70 años, varios ya sin trabajar para obtener una remuneración, la visión se pierde al mismo ritmo que se gana achaques. Pérdida de reflejos, de la compañía del hogar, el fallecimiento de un cónyuge, se adquiere torpes movimientos, la confianza en sí mismo se devalúa y sobra tiempo. Y al vástago y o al hermano pequeño, les falta. La oportunidad de devolver lo que le dieron de niños se estrecha por razones que se escapan a la propia voluntad: estilo de vida frenético, inserción laboral de las mujeres, incompatibilidad de horarios, problemas de espacio, cuidado de los hijos, y de otras relaciones sociales o, simplemente, desconocimiento o falta de especialización de las atenciones que precisa un anciano o una persona dependiente.

En la provincia de Cádiz la población mayor de 65 años asciende a más de 160.000 personas. No significa que todas hayan dejado de valerse por sí mismas, pero sí que han entrado en el segmento al que está especialmente dirigidas las unidades de estancia diurna. Como en muchos otros ejemplos, la demanda supera la oferta.

Una para 229

En la provincia sólo se disponen de 709 plazas, entre públicas y concertadas, -más 125 de fin de semana- y las listas de espera para ocupar alguna de ellas alcanzan, en algunos casos, los seis meses. Se trata de un servicio relativamente nuevo, reconocido por la reciente Ley de Dependencia. Por encima de todo, suponen un respiro para los familiares de enfermos y mayores, aunque atendiendo a los datos demográficos, escaso (hay una plaza por cada 229 mayores de 65 años).

La definición de sus funciones explica los peros de esta carencia: son centros en los que se presta una atención integral durante parte del día a las necesidades básicas, terapéuticas y socioculturales de los usuarios, mejorando o manteniendo su nivel de autonomía personal. Esto es, sus profesionales suplen el apoyo que muchos familiares no pueden brindar a sus mayores.

«Uno nunca sabe cuándo va a enfermar. Los hijos son muy reacios a dejar a sus enfermos o mayores en una residencia. Las unidades de estancia se convierten en la solución y en el paso intermedio. Lo normal es que no se quiera perder el vínculo», explica la directora de la Unidad de Estancia Diurna para personas mayores Santa María del Mar de Cádiz, Cristina Jiménez.

En este centro hay habilitadas 30 plazas y se han puesto en marcha dos programas, uno para los días laborables (abierto de 9 a 20 horas) y otro de fin de semana (10 a 17 horas). De cualquier forma, en ambos se trabaja de la misma manera: la atención especializada. El más joven de sus usuarios cuenta en la actualidad con 59 años y el más anciano ha sobrepasado los 94. Los hay con dependencia total, enfermos de demencia o alzheimer, víctimas de un infarto cerebral o pacientes de la soledad del hogar. Talleres ocupaciones, visitas, excursiones, ejercicios de psicomotrocidad o gimnasia ocupan la estancia de los mayores en cualquiera de estos centros.

Pero no sólo el modelo de vida imperante ha favorecido la proliferación, «insuficiente» según destaca la mayoría de los directores de los centros consultados, de este tipo de recursos. Al abrigo de la Ley de Dependencia han brotado otras muchas. «Podemos estar contentos, porque a partir de esta ley, antes incluso, se ha producido un importante esfuerzo para el aumento de plazas tanto de unidades de día como de residencias para mayores y personas con discapacidad», subrayó ayer mismo la delegada provincial de Igualdad y Bienestar Social, Manuela Guntiñas.

Precisamente lo que más favorece la Junta, al menos en declaración de intenciones, es lo que está costando más arrancar en la provincia. «Las residencias han de ser el último recurso, antes se debe pasar por una Unidad de Estancia Diurna o un servicio de teleasistencia, por ejemplo», indicó la delegada.

4.000 en residencias

Sin embargo, en el centro Ser Mayor de Chiclana, hablan de espera de más de cinco meses. «Por supuesto que se precisan de más plazas, pero se nos pone muchas trabas para poder ampliar los centros, por eso al usuario sólo le cabe esperar», indica la directora del centro, María Isabel Caballero. Por contra, la provincia dispone de casi 4.000 plazas en residencias, esto es, el cuádruple de las de estancia diurna.

En este sentido, la Junta tiene previsto acometer en los próximos años la ampliación de la red de estos recursos para la atención de personas mayores en situación de dependencia. Según sus previsiones, la duplicará de forma paulatina. 1.095 ofertas más para solventar la demanda creciente. «Se ocuparían todas, aunque es cierto que se hacen aún más necesarias en las grandes poblaciones. En los pueblos no se estila tanto delegar el cuidado de los mayores a profesionales especializados», comenta la directora del centro de Santa María del Mar.

No obstante, hasta septiembre, se han valorado más de 25.000 casos de dependencia y se han resuelto en la provincia más de 20.000 prestaciones entre residencias, unidades de estancia diurna, ayuda a domicilio, teleasistencia y ayudas económicas.