Recuento de bajas
Actualizado:El Príncipe de Asturias ha dicho, en el teatro Campoamor de Asturias, que «el paro hiere nuestra dignidad» y que constituye su principal preocupación, quizá sólo superada por la que experimentan los parados. La cifra de desocupados arroja un guarimos escalofriante: son ya 4.123.300, sin contar a los que recibirán el finiquito mañana lunes. Con el paro ocurre algo parecido a lo que dijo aquel cronista de sucesos relatando un accidente ferroviario: «el número de muertos aumenta a medida que fallecen los heridos de mayor gravedad». Los heridos en su dignidad son ya demasiados y no pueden vivir, ya que la protección social no alcanza a todos.
Al recuento de bajas laborales se ha unido el de bajas definitivas. Eso de que en España se produzcan más muertes por suicidio que por accidentes de tráfico es verdaderamente extraño, pero resulta que la carretera es menos peligrosa que transitar por los tortuosos senderos de la vida. Nadie sabe lo que le espera a la vuelta de la esquina. Los psiquiatras, que han sido definidos como los únicos negociantes que creen que el cliente nunca tiene razón, reparte las culpas: el consumo de alcohol, las drogas, la depresión y el estrés son los que acumulan las más graves sospechas. Sobre todo cuando se juntan y no se sabe si actúan solos o en compañía de otros. Lo cierto es que entre los heridos y los que toman la iniciativa, en mi opinión siempre respetable, de anticipar el último acontecimiento de su vida, no hay día en el que no tengamos que lamentar una pérdida irreparable.
Menos mal que ahora no se llevan los lutos. Nuestros mayores no sólo los guardaban escrupulosamente, según la cercanía familiar, sino que los guardaban en el armario, en previsión de la próxima vez.