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Rebajas de Otoño

JOSÉ VEGAZO MURES josevegazomures@hotmail.com
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No sé si somos conscientes del año que estamos teniendo, y concretamente de lo que nos queda de otoño con varias procesiones a la vista. Ayer tuvimos otra oportunidad más de encontrarnos con la mirada de Dios cara a cara por las calles de la ciudad, en una más de esas catequesis prácticas que ponemos en liza los cofrades. Encontrarnos con la mirada de Dios. Suena pomposo, pero es que es la realidad. En esta baja Andalucía tenemos la enorme fortuna de poder sacar a la calle las mejores representaciones de Cristo y María, gracias al esfuerzo que hicieron, años o siglos atrás, nuestros antepasados.

Se da la circunstancia de que, ya sea por coronaciones canónicas, aniversarios o lluvias inoportunas en nuestra Semana Mayor, desde noviembre del año pasado hemos tenidos varias procesiones extraordinarias, que deberían habernos servido para ganar esos bienes espirituales que tanto me recuerda un buen amigo, más preocupado siempre de lo divino que de lo terreno.

Y lleva razón. Deberíamos tomarnos estas expresiones públicas de fe como puntos de partida, como metas volantes en nuestro peregrinar particular, en nuestra eterna andadura en la fe. Deberían servirnos de estímulo para poder seguir peleando por Cristo y María, para poder seguir navegando en las aguas turbulentas de la falta de valores de la sociedad que hoy se nos presenta, más aconfesional, más laica, más atea, más insolidaria que nunca. Estas procesiones deberían ser siempre un medio para llegar a un fin, pero nunca un fin en sí mismo. Y por eso, sólo están permitidas por el obispado para casos muy puntuales.

Lo que ocurre es que hace la friolera de 250 años que el Señor de la Flagelación recibe culto en nuestra ciudad, y eso no es cuestión para pasarla por alto bromeando. Un cuarto de milenio atado de manos, viendo como Jerez se olvida poco a poco de quién ha sido, y lo que es peor, de lo que puede ser. 250 años, imagino que de frustración y esperanza.

Y en breve, tendremos la salida extraordinaria del Sagrado Descendimiento de Nuestro Señor Jesucristo, ese retablo andante que un día ideara el genio de Ortega Brú y que cada Viernes Santo se enorgullece de ser el misterio más impactante, posiblemente, de toda Andalucía. 50 años hace que se estrenara, los mismos que se cumplieron hace pocos meses de la autoría de María Santísima de la Concepción Coronada, que también bendijo a los feligreses de las Viñas desde su coqueto paso de palio.

Y queda por delante, aunque ya para el año que viene, el cincuentenario de Santa Marta, o el 400 aniversario del copatronazgo de Nuestra Señora del Socorro en la ciudad, que tendrán sus momentos álgidos con la salida extraordinaria de ambos pasos de palio. Ya digo, un otoño de lo más cargado, con rebajas de última hora, pero que ampliará su oferta el año que viene, con nuevos productos de la new collection de nuestras corporaciones religiosas.

La pregunta es si lo estamos aprovechando. Porque es evidente que nuestros antepasados dejaron un legado espléndido, con sus luces y sus sombras, pero de gran calado en la sociedad jerezana. No hay más que ver la cantidad y calidad de cofradías que se fundaron el siglo pasado, y el gran esfuerzo que hicieron para que tuvieran una categoría acorde con los barrios en los que iban calando. Tenemos por delante la oportunidad, tanto las hermandades que organizan estos actos, como los fieles que acudimos a disfrutarlas en la calle, de darnos cuenta de que, en el fondo, no estamos sino recordando nuestro propio pasado, quizá la única arma valiosa que tenemos en la actualidad para combatir un presente angustioso y en crisis.