Entre imágenes que van y que vienen
Actualizado:La imagen de Nuestro Padre Jesús de la Sagrada Flagelación ya regresó ayer a su casa de la calle Medina, la iglesia de San Juan Bautista de los Descalzos, una vez tuviera lugar, a mediodía, la pontifical de la Catedral. Y el viernes lo hizo el Cristo de la Defensión a su convento de Capuchinos tras casi veinticuatro horas en la Compañía de María. O sea, la noche antes también cruzó nuestras calles el bendito crucificado de los cuatro clavos.
Poco después de la aparición en las calles del Cristo titular de la Hermandad de la Amargura, la iglesia de La Victoria abrió sus puertas para que, mientras dentro esperaba el Sagrado Descendimiento a que le llegue su hora en poco más de una semana, saliera también Madre de Dios del Rosario de Capataces y Costaleros que, habiendo dejado atrás otras tres salidas procesionales con imágenes de esta advocación mariana, completó esa entrega de cada mes de octubre.
Entre imágenes que van y vienen le vamos encontrando el final a un mes de octubre de «papilla y verruga», que diría el castizo con una expresión cuya literalidad jamás he sabido entender. Y creo, sinceramente y con cariño para todos los que ponen en marcha sus respectivos acontecimientos, que tanta extraordinariedad cotidiana se convierte, poco a poco y casi sin darnos cuenta, en un exceso cofradiero de ésos que cansan el cuerpo y, me da el pálpito, también el espíritu.
Pero es lo que hay. Y habrá que disfrutarlo. Digo yo. Para qué andarnos con remilgos. Con todo, no olvido una reflexión nada nueva en mi voz pero que adquiere, de pronto, tintes verdaderamente oportunos: es posible que tanta conmemoración despunte aromas cansinos que nos hagan desear unas cofradías más jóvenes. No digo que, como las mayores con complejos, se quiten edad, y por ende tengan menos años que celebrar. Por ello, tal vez, sea más acertado denominarlas más nuevas.
No les pasará inadvertido que, desde luego, no hablo de edad histórica, ni mucho menos, sino de espíritu nuevo. ¿O debería decir mejor «renovado»? Y no hablo tampoco, en efecto, de quedarnos los signos cristianos en las sacristías. Nada de evitar que se nos vea con nuestras cruces y los símbolos de nuestro credo. Ni mucho menos. Bendito sea Dios que nos permite que no cesen las conmemoraciones para aprovechar y sacar a Cristo y María a la calle.
Por lo demás, a ver si tanta ida y venida nos sirve para, aireado nuestro ánimo cofrade, tener un presente enriquecido y enriquecedor que, orgulloso también de su pasado, se ocupa un poquito más de su futuro.