Lifting digital
Actualizado: GuardarLa fotografía digital está revolucionando el mundo y no sólo el virtual. La llamada prensa rosa o del corazón ha encontrado la piedra filosofal, el espejo de Dorian Gray que devuelve la imagen de la eterna juventud en la que se bañan ricos y famosos. El efecto photoshop ha conseguido aumentar el ya de por sí profundo escepticismo de la gente en lo público: nadie se cree la cara de adolescente de la Preysler o la cintura de Sarkozy en la playa. Mucho más barato y rápido que la cirugía estética. La imagen ya no demuestra nada, es otro de los territorios donde se ha instalado la manipulación.
El photoshop es un invento mefistofélico que ha abierto a la fotografía digital tantas posibilidades de manipular la imagen que su incidencia en el mundo real (a saber lo que es «lo real» a estas alturas) es tremenda y sin un límite imaginable. La fotografía fue un suceso histórico porque permitió atrapar por primera vez la fugacidad temporal y espacial de la realidad; una especie de certificado que objetivaba un instante de la vida, el semblante de una persona, un paisaje o un suceso.
Desde su origen la fotografía jugó a modificar la imagen. En el laboratorio, se desarrolló con el tiempo un verdadero arte, el del revelado y positivado de negativos que aumentó considerablemente las posibilidades expresivas, con creadores como Man Ray que conseguirían el estatuto de arte para la fotografía. Para ilustrar esto basta con dejarse caer por los Claustros de Diputación donde se expone la obra antológica de uno de los grandes magos españoles de la imagen, Salvador Rueda.
La tecnología digital está cerrando los viejos laboratorios, excepto los de media docena de románticos. Ahora el laboratorio está en el ordenador, donde el photoshop reina con su «varita mágica» (es el nombre de uno de sus recursos) invitando a trasformar las imágenes hasta construir una realidad paralela, muy distinta de la que quedó reflejada en la tarjeta de memoria cuando se apretó el disparador. El oficio de fotógrafo exige, más allá de su capacidad para atrapar la luz, el instante o provocar la emoción, el dominio de estos nuevos e ilimitados recursos.
Es tan poderoso el impulso que es muy difícil evitar su uso y abuso más allá del ámbito de la creatividad y que, en definitiva, el poder lo haga suyo. Que sea posible introducir un personaje en una reunión en la que nunca estuvo con tal verosimilitud que sea casi imposible certificar lo contrario, inaugura un tiempo donde los sentidos ya no son suficientes para verificar la realidad. No es nuevo, pero esta tecnología es tan endiabladamente perfecta que produce vértigo. La anunció Orwell en la novela 1984 y el régimen soviético lo convirtió en un ritual con el que ocultaba las continuas purgas de los disidentes.
Actualmente la prensa profesional está cada vez más contaminada por la rosa y con ello el photoshop gana terreno. Es lo que sucedió con las fotos manipuladas de Zapatero por el periódico El Mundo sin que nadie asumiera responsabilidades: el camino más corto para acabar con la poca credibilidad que los ciudadanos tienen en lo público. Ya no basta ver para creer, será necesario tocar como el incrédulo santo Tomás. Pero no sabemos por cuanto tiempo podremos seguir confiando en el resto de los sentidos. Algo inventarán para confundirnos.