El presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, habla por el móvil durante una visita a la central nuclear de Busher. / REUTERS
MUNDO

Irán tensa el nervio internacional

Teherán retrasa hasta la próxima semana su respuesta al preacuerdo para que enriquezca el 80% de su uranio en el extranjero

CORRESPONSAL. MOSCÚ Actualizado: Guardar
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Irán enfrió ayer de nuevo las expectativas de la comunidad internacional de alcanzar un acuerdo sobre su programa nuclear. Cuando todos esperaban que Teherán diera una respuesta a la proposición de la Agencia Internacional de Enérgía Atómica (AIEA) para que procesara en el extranjero el 80% de su uranio enriquecido, la República Islámica señaló que necesita más tiempo -hasta mediados de la próxima semana- para responder.

Para ensombrecer aún más el panorama, fuentes de la diplomacia iraní presentes en Viena anunciaron que la respuesta del régimen islámico será que prefiere comprar el combustible nuclear en el exterior a enviar su uranio para enriquecerlo fuera. Y eso que Rusia respalda -según se supo ayer- la propuesta de la AIEA. No hay que olvidar que Moscú es aliado de Teherán y el apoyo ruso allanaría el camino para encontrar una solución al problema. Todo es poco para que Irán disipe los recelos de la comunidad internacional en cuanto a que su programa nuclear no persigue hacerse con la bomba atómica.

El nucleo principal del preacuerdo al que llegaron el miércoles EE UU, Rusia y Francia con el país persa bajo los auspicisos del director de la agencia atómica, Mohamed al-Baradei, es que el combustible ya centrifugado en centros iraníes hasta niveles aún débiles termine de ser enriquecido en Rusia. «Estamos de acuerdo con la iniciativa y esperamos que, no sólo Irán, sino el resto de los participantes en las negociaciones, confirmen su disposición a poner en marcha el esquema que se propone», declaró ayer el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, a un grupo de periodistas.

Aunque Washington y París dieron ya ayer el visto bueno a la propuesta, lo más importante es que Teherán acepte el planteamiento y, de hacerlo, tendría que deshacerse, de aquí a finales de año, de 1,2 toneladas de uranio, de las 1,5 toneladas que posee en total. El material atómico ya listo regresaría a Irán para emplearse en centros de medicina nuclear o, más adelante, en la planta de producción de energía eléctrica de Busher, una vez entre en servicio. Al-Baradei pidió que la respuesta a su plan no se demorase más allá de ayer. «Cruzo los dedos para que el viernes tengamos el visto bueno de todas las partes implicadas», dijo el director de la AIEA.

Pero llegada la fecha no hubo respuesta positiva ni negativa por parte iraní, únicamente la petición de que necesita más tiempo. «Estamos estudiando profundamente y con una mirada favorable, pero necesitamos tiempo hasta mediados de la próxima semana para dar una respuesta», fue la contestación persa.

Transcurrido ese tiempo y si la resolución de Teherán es afirmativa, el acuerdo alcanzado sería ratificado por la Junta de Gobernadores de la AIEA, cuya próxima reunión extraordinaria será el 26 de noviembre. Pero nadie espera que la Junta ponga impedimentos a un procedimiento que abriría la puerta a la solución del contencioso nuclear iraní, ya que reduciría las posibilidades del régimen de los ayatolás de fabricar armas atómicas.

Se considera que, incluso aún cuando Teherán se niegue a detener el enriquecimiento de uranio por su cuenta, la presencia en sus reservas de cantidades limitadas de ese combustible atómico facilita la labor de control y dificulta el desarrollo de un programa nuclear militar clandestino. La iniciativa de Al-Baradei, si Teherán se adhiere, significaría sacar del país el 80% de sus existencias de uranio.

Rusia siempre ha sido favorable a enriquecer en su territorio el uranio necesario para que cualquier otro país pueda emplearlo en la industria civil. El país eslavo tiene prácticamente a punto en Angarsk (Siberia) un centro internacional para enriquecimiento de combustible nuclear con fines pacíficos. La planta procesa hexafluoruro de uranio, del que se extrae combustible para centrales atómicas. El objetivo del proyecto es facilitar a cualquier estado el acceso a la energía atómica, pero sin desarrollar el ciclo nuclear completo, lo que implica el riesgo de que el proceso pueda desviarse hacia la producción de bombas atómicas.