ANÁLISIS

¿Y ahora qué?

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E l programa nuclear de Irán representa para la comunidad internacional uno de sus retos más graves. Desde 2004, cuando el programa salió a la luz, el régimen de Teherán ha intentado sucesivamente ocultar detalles relevantes y hacer descarrilar el trabajo de los inspectores de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, la policía global del mundo nuclear. A pesar de insistir en que su pretensión no es desarrollar un arma nuclear, pocos tienen fe en la palabra del Gobierno iraní.

El problema es que, en realidad, sólo hay tres opciones para tratar con Teherán: un golpe militar, las sanciones y las negociaciones. Los políticos y sus asesores han pasado los últimos meses, por no decir años, dando vueltas y vueltas ponderando cada una de esas vías y siempre regresan al punto de salida: ninguna es atractiva y no hay garantía de que funcionarán. El golpe militar sobre Irán ha sido considerado muy seriamente por los israelíes. En los años 70, Henry Kissinger pronunció un discurso en Harvard sobre la amenaza militar china. Después de su intervención, uno de los alumnos le sugirió que se podía acabar con el problema mediante un ataque nuclear sobre Pekín. «Genial», dijo Kissinger. «¿Y entonces qué propone usted que hagamos?». Lo mismo se puede decir sobre una eventual intervención contra Irán. ¿Y luego qué? Puede que el ataque retrasara el programa nuclear, pero no para siempre. Y en el intermedio, el régimen de la republica islámica saldría reforzado.

Se pueden aplicar sanciones, pero ya se sabe de la experiencia histórica que apenas son eficaces (no funcionaron contra Corea del Norte o Sadam Husein, por ejemplo) y que tienden a hacer más daño a los pobres que a la élite gobernante. En este caso, los rusos y los chinos ya han dicho que no están dispuestos a apoyar tales medidas, así que Irán seguirá disponiendo de un mercado importante para la exportación de su crudo. Y los grupos de la oposición han pedido que no se lleven a cabo con el argumento de que las sanciones apuntalarían al Gobierno de Teherán.

Por eso, los aliados del 5+1 han vuelto a negociar. Si la comunidad internacional no es capaz de parar el programa iraní, tendrá que aprender a vivir con él y aguantarlo como pueda. Parece que es la conclusión de los israelíes, que se preparan para empezar a negociar con Irán en El Cairo el mes que viene. La pregunta evidente es si tendrán éxito tanto esas negociaciones como las de Viena de estos días. Lo cierto es que no se sabe. Y una verdad aún más preocupante es que no hay plan B.