Gripe vacunada
Actualizado: GuardarEl Consejo Interterritorial de Sanidad, que ayer reunió a la ministra Trinidad Jiménez con sus homólogos autonómicos, acordó iniciar la campaña de vacunación frente a la gripe A el próximo 16 de noviembre en todas las comunidades. Las precisiones del anuncio, incluyendo a los funcionarios de instituciones penitenciarias entre el personal de servicios esenciales, integrando a los empleados de las residencias de la tercera edad dentro del personal sanitario que deberá vacunarse prioritariamente, e indicando que las embarazadas recibirán la versión sin adyuvantes para minimizar las posibles consecuencias sobre el feto, añaden una valiosa información para que la ciudadanía sepa a qué atenerse. Aunque, como suele ocurrir en estos casos, son los afectados por alguna enfermedad duradera los que se planteen más interrogantes respecto al carácter crónico o no del mal que padecen; y quienes precisarán de recomendaciones más personalizadas por parte de sus médicos. Pero hay un aspecto del problema que las autoridades sanitarias deberían tomar en consideración. La aparición del virus H1N1 en México, su paulatina extensión por distintos países y, sobre todo, el riesgo de que su tránsito de unas latitudes a otras pudiera inducir una mutación más virulenta de la gripe A dio lugar a una profusión de informaciones diarias y a la descripción de medidas preventivas que generaron una apreciable inquietud social. Sin embargo, parece claro que, en el sentir ciudadano, la incidencia de la nueva gripe ha acabado confundiéndose con su variante estacional, tanto por la coincidencia en el tiempo como por su llevadera sintomatología. La práctica imposibilidad de verificar la causa precisa del malestar general que acompaña a la gripe impide que se cuente más que con una cifra que presume su incidencia en torno a 250.000 casos en España. Pero la diferencia entre los mensajes más alarmantes y la tenue vivencia de la anunciada pandemia han generado en la opinión pública un escepticismo que podría volverse problemático en el caso de que la extensión y los efectos del virus H1N1 acabasen mostrando un cuadro general de mayor gravedad que hasta la fecha. Parece evidente que las autoridades sanitarias optaron, desde el primer momento, por curarse en salud. Pero la credibilidad y la eficacia de sus mensajes dependen ahora de su concreción y de la exposición pública de los responsables sanitarios sólo cuando tengan algo de lo que informar.