Alfonso Guerra o la inolvidable huella de la sinceridad brutal
CÁDIZActualizado:La nostalgia es una droga tan potente que incluso hace ver a ex ministros franquistas como sabios ancianos de la tribu. Con Guerra, libre de esa etiqueta pero ligado a otras agrias batallas, el paso del tiempo también es generoso. Ayer protagonizó la presentación en su condición de presidente de la Fundación Pablo Iglesias, una de las entidades organizadoras de una muestra que se trasladará a Madrid (Centro Conde Duque) tras su periplo gaditano.
El que ejerciera durante una década de tipo duro de la política española tuvo ayer mucho más de erudito profesor que de brillante pregonero de la sinceridad brutal. Desgranó el drama generacional de los españoles que vivieron el Doce, «condenados a elegir entre ser patriotas o traidores», entre luchar contra el invasor o impulsar las renovadoras y deseadas ideas del francés. Contenido y riguroso, no pudo evitar dejar una de las suyas: «Dos siglos después, la Iglesia sigue gritando, desde el púlpito, contra la libertad». Como la fábula de la rana y el escorpión. Que no puede evitarlo.