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Editorial

Más complicaciones

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El secuestro por piratas somalíes pertenecientes al grupo Burcaad Badeed de 36 tripulantes del Alakrana y el apresamiento del propio atunero tienden a deslizarse hacia un terreno preocupantemente confuso, tanto desde el punto de vista judicial como en lo que respecta al deseable entendimiento entre los afectados y las instituciones. La liberación formal de uno de los dos piratas detenidos por la Armada española y requeridos por la Audiencia Nacional, dado que no puede certificarse su mayoría de edad, suscita un auténtico dilema jurisdiccional, puesto que ninguna instancia de menores estaría en condiciones de hacer suyo un caso derivado de un abordaje armado ocurrido a miles de kilómetros de su ámbito de actuación. Pero, aun en el caso de que el joven conocido como Abdu Willy sea menor de edad, las evidencias de que participó en la maniobra de secuestro del Alakrana resultan tan abrumadoras que, una vez en suelo español, la Justicia está obligada a hallar el procedimiento y la instancia judicial que mejor puedan conciliar la preservación de sus derechos con la depuración de las responsabilidades que haya contraído.

Los problemas jurídicos y judiciales sobre la suerte del pirata cuya mayoría de edad no puede asegurarse coinciden, además, con la creciente inquietud que manifiestan los familiares de los apresados en el Alakrana. La presunción de que la detención y encausamiento de los dos piratas detenidos en las proximidades del atunero secuestrado podría dificultar la puesta en libertad de los tripulantes del buque bermeano y la, al parecer, falta de noticias directas de sus familiares están generando una honda preocupación. Preocupación que las autoridades, tanto del Gobierno central como del autonómico vasco, deben afrontar brindándoles la información y los medios precisos para estar al corriente de las circunstancias en las que se encuentran los tripulantes del Alakrana. Pero junto a ello, y mientras se trata de resolver cuanto antes la dramática situación de los 36 tripulantes secuestrados, es ya ineludible que los armadores, los profesionales del mar y las instituciones aborden una reflexión de fondo sobre el futuro de las citadas pesquerías y de la flota que viene faenando en aguas tan peligrosas.