San Mamés
Actualizado: GuardarMucho se está hablando sobre la posible ayuda del Gobierno vasco para la construcción del nuevo San Mamés, más en algunas provincias que en otras, por motivos obvios. Yo se lo adelanto, habrá ayudita, me juego el Rolex de oro que encontré cuando iba a por setas. La condición que puso el gobierno fue demasiado ambigua como para que no se cuelen unos millones por la escuadra de la contabilidad final: que tenga uso público. Eso es fácil de justificar en un informe anual; dos conciertos de Bruce Springsteen, una jornada de puertas abiertas, tres misas, un concierto del orfeón donostiarra interpretando bilbainadas y ya has cumplido con el pacto.
Hay que tener en cuenta que el lehendakari y su socio Basagoiti son del Athletic, y Macua, casi con toda seguridad, también, por lo tanto es de suponer que su condición de hinchas provocaría más de un guiño cómplice en la reunión en la que se dirimió el contencioso futbolístico-administrativo. Entiendo la polémica suscitada, no en vano, hay algún que otro equipo en Euskadi que se dedica a esto del fútbol, pero me extraña que no se le quiera hincar el diente a la vertiente sagrada del asunto. No he oído a ningún párroco ni obispo vasco pronunciarse sobre el hecho de derribar una catedral para desplazarla unos metros. Según tengo entendido, la elección del terreno para la construcción de una catedral no depende de cuestiones meramente físicas; hay otros factores de carácter espiritual, energético, esotérico incluso, que determinan su ubicación. Desconocemos si se ha efectuado el estudio correspondiente que asegure la sacralidad del nuevo campo, porque igual lo que vamos a pagar con los impuestos todos los vascos es una simple iglesia, o una ermita, o lo que es peor, uno de estos recintos aconfesionales de nuevo cuño en los que tienen cabida todas las creencias. Dios mío, qué berenjenal, y todo por conseguir unos pocos feligreses más. ¿Dónde queda la calidad?
Pasen buen día.