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Presentó su libro en la Asociación de la Prensa. / A. VÁZQUEZ
Sociedad

La caza del ladrón fantasma

El periodista Jesús Duva explica en la Asociación de la Prensa las claves de la captura de El Solitario

DANIEL PÉREZ
CÁDIZActualizado:

Los niños se llevaron a casa los casquillos de las balas. Había sangre en el suelo, mezclada con gasolina y cristales rotos. Doce policías dispararon contra un hombre alto, disfrazado con barba y peluca, que vació el cargador tres veces mientras corría hacia el coche. Se escapó en sus narices. Ni la Guardia Civil, ni las unidades especiales de la Policía, pudieron seguirle el rastro. Burló el cerco. Desapareció. Fue en Vall de Uxó. Los detectives, tocados en la autoestima y ridiculizados por la prensa, empezaron a llamarle El hombre sin rostro, La sombra, o El atracador fantasma. Y así nació la leyenda.

Jaime Giménez Arbe, El Solitario, entró por méritos (o deméritos) propios en la infausta galería de personajes deplorables que conforman la historia del crimen en España. Su currículum: 30 atracos de asaltos a mano armada, 13 años burlándose de la Policía (8 de ellos sin regalar ni una sola pista) y dos guardias civiles asesinados. Cuando por fin lo pillaron no fue gracias a la pericia y solvencia de nuestras fuerzas de seguridad. Alguien (probablemente algún antiguo colaborador) dio el chivatazo. Y entonces saltó la sorpresa.

Jesús Duva, autor de El Solitario, desgranó ayer en la Asociación de la Prensa de Cádiz las peripecias de este chico de familia bien que a los 17 años probó por primera vez las bondades del trullo por robar cuatro guitarras eléctricas. Un tipo histriónico, inteligente y tenaz que «si se hubiera dedicado con el mismo empeño a otra cosa, podría haber llegado a ser alguien en la vida». Un bohemio que fue músico callejero en Suecia, donde se casó y tuvo dos hijos. Un ácrata con trampa: el botín de sus atracos lo empleó en proyectos sociales como largos y ociosos viajes a Brasil o la compra de armas de asalto.

«Pasé años soñando con este criminal», explicó Duva, redactor jefe del suplemento dominical de El País. «Lo había imaginado como alguien oscuro, malencarado. Y resulta que era un personaje lleno de contradicciones: era extraño, muy payaso (como demostró cuando lo detuvieron, haciendo el okey en la foto de su ficha policial), pero también minucioso y precavido, capaz de apuntar hasta el más mínimo detalle de sus atracos en cuadernos de colegio».

En 2008 fue condenado a 47 años de cárcel. Todavía mantiene que con su actividad criminal sólo pretendía «expropiar a los bancos que le roban al pueblo».