Extrema debilidad
Actualizado:La detención del presunto responsable del aparato político de ETA, Aitor Elizaran, y la de Oihana San Vicente son la última muestra de la eficacia de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Y, al mismo tiempo, reflejan la extrema debilidad en la que la organización etarra trata de perpetuarse, cuando encumbra a jóvenes prevenientes de la violencia callejera a tareas de dirección ejecutiva. Esto permite pensar que no son tantas las personas que engrosan actualmente las filas de ETA; y que probablemente las vacantes que se producen se van cubriendo más por osadía del aspirante a cabecilla que porque exista una competencia real o un escrutinio exigente para acceder a tan denostables cargos. Además, conviene precisar que el jefe político de ETA no es nunca quien ordena sus líneas de actuación, sino aquel que desempeña la tarea de brindar a los activistas de la banda y a sus seguidores el discurso de síntesis que preserve su unidad. El ministro Rubalcaba señaló ayer que el último auto del juez Garzón permite pensar que sería Elizaran el que transmitía las instrucciones a la nueva cúpula de la izquierda abertzale, compuesta por Otegi y Díez Usabiaga entre otros.
El mito de la imbatibilidad de ETA se ha quedado tan atrás que la izquierda abertzale y sus redes de comunicación no tienen otro remedio que minusvalorar la relevancia de detenciones como las de Elizaran y San Vicente, recurriendo para ello a la simulación garantista por la que hablan de presunciones sobre los arrestados cuando, en realidad, están alarmados por lo ocurrido. Es muy probable que la debilidad de ETA y de su entorno sea tal que les invalide aún más para adoptar decisiones distintas a la de seguir dejándose llevar por la inercia de un pasado sangriento. Por eso mismo resulta más deplorable que el PNV se haya aprestado a confiar públicamente en las buenas intenciones de personas que jamás han condenado los atentados ni parecen dispuestas a encauzar la barbarie hacia el reconocimiento, por parte de los propios terroristas, del irreparable daño causado. Parece evidente que ni el Gobierno de Rodríguez Zapatero ni el de Patxi López quieren continuar hurgando en la herida abierta por Egibar y Urkullu. Una actitud que puede resultar razonable siempre y cuando el apoyo del PNV a la manifestación del pasado sábado en San Sebastián no dé inicio a una deriva condescendiente respecto a la izquierda abertzale.