Editorial

Mezcla explosiva

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El intenso enfrentamiento entre el ejército paquistaní y los grupos talibanes vinculados a Al Qaeda que en el primer día de la ofensiva sobre Waziristan del Sur arrojó sesenta bajas entre los insurgentes certifica la determinación del gobierno de Islamabad de llevar hasta el final el objetivo de combatir el terrorismo islamista en su terreno. El rosario de atentados que en las dos últimas semanas costaron la vida a centenares de civiles y militares llevando el desafío violento hasta el núcleo del ejército había puesto en cuestión la capacidad del estado paquistaní, uno de los pocos en el mundo dotado de fuerza nuclear, de contener la talibanización de buena parte de su territorio. La acometida del Ejército pertrechado de armamento pesado y utilizando ropas de élite está contando en su avance con la cooperación de la gran mayoría de la población civil que en una huida ordenada de la región facilita el despliegue y priva a los terroristas de la cobertura necesaria para ocultarse. Los atentados indiscriminados intensificados en los últimos días no parecen ajenos al distanciamiento de los civiles respecto del activismo religioso violento que los pastunes llegaron a apoyar. Pero la tensión regional se elevó ayer considerablemente con el atentado suicida contra los Guardianes de la Revolución que con el resultado provisional de una treintena de muertos y decenas de heridos, entre ellos altos cargos del cuerpo de seguridad iraní, puso en alerta la ciudad de Pishin fronteriza con Pakistán. El resorte anti americano que saltó inmediatamente en la cúpula del poder del gobierno de Almadineyad señalando como culpables del atentado a Washington y Londres configura de nuevo en la región una mezcla explosiva que la comunidad internacional debe afrontar con audacia para frenar la desestabilización.