LO QUE YO LE DIGA

El anonimato ha muerto

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Ha venido la vida de forma que ya resulta complicado vivirla sin una serie de artilugios y herramientas que facilitan un gran número de tareas. El correo electrónico y el teléfono móvil. Huelga explicar lo útiles que son. Facilitan el trabajo -no todos, pero sí muchos- y resuelven mil y una cuestiones de la vida privada de cada quién. Ahora bien, su mera existencia y uso suponen una brecha en la intimidad. Son un coladero de propaganda que no se ha solicitado y que resulta extremadamente molesta. En el correo es medianamente soportable. Existen herramientas que reconocen cierto tipo mensajes, que los catalogan como porquería y que van directos al cubo de la basura del ordenador. Una comodidad, aunque aún son muchos los que hay que andar borrando continuamente. Existe una categoría que resulta especialmente abominable. Piratas farmacéuticos que ofrecen curas para el cáncer, pastillitas que curan la cochina gripe A o viagras para corredores de fondo con dificultades para subir cuestas. Todo mentira, medicinas de piojito que, en el mejor de los casos, no envenenarán al timorato que las adquiera y tome.

Luego está lo del telefonito. Está usted tomando un vino en el Manteca y le suena el móvil. Mire, oiga, que le llamo de tal y que le ofrezco cual, que le va a venir de perlas y le saldrá más barato que lo que paga ahora. En función de la educación de uno, se pone fin a la conversación. Las firmas de telefonía también se pasan el día molestando con mensajitos al aparato. Responda a este mensaje y optará a ganar un coche. Dicen que las listas robinson sirven para evitar estas intromisiones. Todo lo contrario, las utilizan para tener sus datos. El anonimato ha muerto.