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MUNDO

Un conflicto interno ocultado por el régimen islámico

C. M.
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El conflicto regional y sectario al que se enfrenta el régimen islámico iraní es de mayor calado de lo que parece. Y ayer volvió a sufrir una muestra de ello. Pero Teherán trata de ocultarlo al mundo al esparcir las culpas entre las grandes potencias, sobre todo Estados Unidos. Sin olvidar por supuesto a Israel, su más odiado enemigo.

Sin embargo, no se puede obviar que el que más de la mitad de los setenta millones de habitantes de Irán sean chiíes persas supone que otros grupos étnicos y religiosos se sientan discriminados, especialmente en apartados como la educación o el empleo. Porque el resto de la población de la República Islámica conforma un conglomerado de minorías como los baluches o los juzestaníes localizados en la frontera con Irak, ambos suníes. Este colectivo está histórica y violentamente enfrentado con los chiíes, como se ha podido comprobar -y aún se constata- de forma sangrienta en varios países y especialmente en Irak.

«En la provincia de Sistán y Baluchistán todo el conflicto es de naturaleza étnica y sectaria», explicaba el director del Centro Asiático para Estudios Regionales y Estratégicos, Mustafá el- Labbad, quien agregó que existe un doble conflicto en la provincia fronteriza. «Por un lado está el enfrentamiento entre baluches y persas, por otro el de suníes contra chiíes», asegura El-Labbad desde El Cairo, recordando que «la frontera con Pakistán no está totalmente asegurada. Las armas circulan libremente, así que allí nos encontramos con una mezcla explosiva», afirmaba en declaraciones realizadas al diario The New YorkTimes.

Y uno de los mayores enemigos de las minorías que no cuentan para Teherán es sin duda la Guardia Revolucionaria o pasdarán (Ejército de los Guardianes de la Revolución Islámica), que conforma una rama semiindependiente del Ejército. Su marcado acento ideológico le hace todavía ser más aborrecida entre los colectivos suníes. Además, actualmente goza de una influencia social y política tan destacada que, según algunos analistas, es equiparable incluso a la del estamento clerical chií dirigido por el líder supremo, Alí Jamenéi.