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Ladrillos desde la distancia
De cómo el gremio de la construcción ha ido a menos hasta llegar a estar a la puerta de una obra buscando trabajo
JEREZ Actualizado: GuardarSan Miguel no ha sido sometido a un duro bombardeo ni esto es la guerra. Que nadie pida más madera; que lo que hace falta es trabajo puro y duro. El viejo barrio es un buen caldo de cultivo para la esperanza. A cada veinte metros te encuentras una hormigonera, una grúa o una pila de ladrillos. Pero que nadie cante victoria. La construcción va mal. Y prueba de ello es que a pie de obra se pueden ver muchos hombres con la piel curtida por la acción de esa sana combinación formada por el andamio y el sol.
Al pie del cañón están Lucas, Antonio, El Gitano o el Bienivel. «El tema está que no te lo puedes ni imaginar», asegura Lucas que estuvo unos años como contratista en las obras y ahora busca trabajo aunque sea de peón. «Las empresas constructoras se declaran en suspensión de pagos y somos nosotros, los pequeños contratistas, los que nos quedamos sin cobrar y con la justicia a la espalda. Y por supuesto los obreros que no cobran. A mí me deben un dineral», asegura. Queremos trabajo puro de oliva, pero también se precisa cobrar después. Lo contrario sólo produce úlceras en el duodeno. Y comienza a decir la retahíla de empresas afamadas que han dejado de pagar.
El Gitano le da la razón a Lucas. «A ver si por lo menos hace falta uno que barra la obra», comenta en voz alta. Un par de chicas guapas pasan por delante. La grúa ha parado el giro y los trabajadores de la obra se echan para atrás el casco. Se hace el silencio hasta que uno grita: «¡Vienen también a pedir trabajo!». El resto responden con risas.
La construcción va mal. Continuamos con la charla. «Lo que no puede ser es que ahora las constructoras puedan hacer obras sin aval. Al final pagamos el pato los de siempre», asegura el Bienivel. Estos jerezanos lo están pasando mal desde hace meses. Sufren en sus carnes morenas la dureza de la crisis que les ha cogido de lleno. Al final suena la sirena y se rompen filas. Mañana será otro día. Esperemos que con más suerte y con trabajo a la vuelta de la esquina. De momento, el ladrillo queda a demasiada distancia.