Cargada de historias y soledades
La histórica plaza de San Lucas existe con tal nombre desde 1264, año en el que se produjo la Reconquista por parte de Alfonso X 'El Sabio'
JEREZ Actualizado: GuardarContar el pasado de este histórico lugar daría para escribir algo más de doble página. La coqueta plaza conserva todavía el abigarramiento de los años, a pesar de los siglos. Las cicatrices del pasado están marcadas en sus muros, en sus paredes vacías de familias, en sus ladrillos viejos y en los ventanales de cristales muertos. La plaza de San Lucas. Del extrarradio de la ciudad al seno de la historia de la ciudad va un mundo. La antigua mezquita árabe fue destinada al evangelista San Lucas por deseo personal del Rey de Castilla y León.
Alfonso X El Sabio debió pasear a caballo por sus aristas tras la reconquista de la ciudad. Y muy posiblemente fue lugar cargado de algarabía y de oraciones al Profeta. Pero el pasado de la época islámica se le escapa a la historia de la ciudad, siendo plaza desde que el jerezano tiene memoria. En la parte más alta de la plaza está la puerta por donde se entra en San Lucas. Justo al lado, habita desde hace diecinueve años un precioso azulejo con el Señor Caído. Moreno guapo que con el paso del tiempo ha conquistado el corazón de las mujeres jerezanas. Cristo que, a pesar de estar caído, excede a las fuerzas y facultades de la naturaleza. Hijo de la ciudad por jerezano y por guapo.
Obra del genial Ramón Chaveli. Rey de la tarde del Miércoles Santo para muchos jerezanos. El azulejo es una maravilla creada en Cerámicas Santa Ana, Triana pura. Y se colocó en este lugar de privilegio en conmemoración del cincuentenario de la creación de la imagen milagrosa. Pero el Señor no es de los más antiguos en la plaza ni se encuentra solo. Cuando llega el mediodía suben y bajan muchas personas. Suben por la plaza con las manos vacías y bajan con bolsas cargadas de alimentos. Se ven precisamente muchas mujeres musulmanas ataviadas con ropas estampadas. «Van al comedor de El Salvador. Les dan una comida especial por el tema de su religión», comenta un vecino.
Las hijas de la Caridad
Las hijas de la Caridad se apuntan a la verdadera alianza de civilizaciones. Al menos eso parece indicar el vecino sólo con la mirada. La caridad de San Vicente de Paúl es interplanetaria, como hubiera dicho José Bergamín. Y de las hijas de la Caridad -que gran ayuda, silente, están haciendo a muchas familias necesitadas- a las Hijas de María Auxiliadora. El colegio San Juan Bosco lleva más de cincuenta años en la plaza de San Lucas. Sor Carmen Martínez no puede hablar mucho del colegio. «Nada, hijo. Yo llevo aquí unos meses. Me he jubilado como profesora en otro centro y me han mandado aquí a la portería», argumenta.
Ciclo formativo de Administración, Infantil, Primaria y Secundaria. Un centro de enseñanza donde muchas familias han depositado la educación de sus hijos. Motor de la poca vida de la plaza. Como no es hora de que salgan los pequeños del colegio, nos acercamos a la tienda de alimentación de Elena. Hoy hay sesión de pintura. Núñez está con la brocha gorda dándole forma a los estantes de la fruta. Van a quedar tan blancos como la Luna. «Aquí no vive nadie. Esto está muerto. Vamos, yo digo que nos vamos a morir aquí solitos. Con lo que este barrio ha sido...», recuerda Elena.
Núñez también participa y asegura que «siempre fue un barrio con mucha vida. Muchos niños, muchas familias trabajadoras. Lo que tendrían que hacer es rehabilitar todas las casas que están en ruina y que se pongan en alquiler, como siempre estuvieron. Y que vuelva la vida al barrio». Dicen los vecinos que la perdición del viejo barrio vino el día que se presentó el proyecto de la Ciudad del Flamenco. «Toda la manzana que ves ahí está vacía. Fueron poco a poco comprando los especuladores para hacer hoteles de cara el tema del flamenco. Pero ya ves... Ni flamenco ni vecinos ni vida ni nada», comenta una vecina que ha entrado en la tienda de Elena.
«Que lo monten, por favor, ¡que traigan el flamenco al barrio que nos estamos muriendo! Ya no nos llega ni para pagar el sellito de autónomo», implora Elena. Carmen está arriba y está ausente del jaleo que habita en la tienda. Está ensimismada en sus propias penas. Más de cuarenta y ocho años viviendo en su casa de la plaza San Lucas da para muchos recuerdos. Ella sí que ha mirado de frente al Señor Caído en innumerables ocasiones. La casa de Carmen está en la más absoluta ruina.
Vigas desvencijadas con paredes que se caen y techos que se llueven. Muy propio del barrio antiguo. «Y no tengo ni una ayuda de nadie. Aquí han venido de muchos sitios, han llegado, apuntan en una libreta, se van. Pero de nada sirve», asegura Carmen. Pasa de los ochenta, y su porte delgado y apuesto es el reflejo de la hermosura que tuvo en su época de juventud. Tuvo y retuvo Carmen. Pero ella no está para piropos.
Hace unos meses falleció su hija y ahora se encuentra sola en una casa que se cae a pedazos. Y sin nadie que le ayude a arreglar la casa o para trasladarla a un lugar digno. «Aquí todo el día. No tengo ganas de nada. Y a dormir en el sofá porque no me atrevo a acostarme en mi alcoba. Se me puede caer el techo en cualquier momento», explica. A ver si alguien pone solución al problema de esta jerezana. El respeto y el cuidado de nuestros mayores deben estar siempre entre los objetivos de las administraciones.
Buena Gente
El pequeño local de la peña La Buena Gente contrasta con el pasado de esta institución flamenca que tantas veladas de flamenco bueno ha regalado a la ciudad durante treinta y dos años de vida. Saetas, veladas y zambombas. Ahí es nada. Ahora, con la construcción de una zona de pisos llamados Residencial Siglo XII -por cierto, que no exenta de polémica pues la historia es lo más parecido al film Esta casa es una ruina-, la peña se ha quedado como el gallo de Morón.
«Desde hace por lo menos cuatro años estamos aquí en este rinconcito», prosigue Agustín Núñez, que es el secretario. Apenas unos diez metros cuadrados donde está la secretaria con los archivos, la sala de juntas, el escenario, el bar con mostrador y el camerino para los artistas. Cuarto de baño incluido. «Es imposible que podamos estar aquí -prosigue Agustín-. Estamos esperando a ver si nos recibe la alcaldesa".
La Historia siempre se está escribiendo, pero el papel sí finaliza. La plaza de San Lucas. Un tanto vacía y cargada de esencias. Quizá la plaza sin vida; a lo peor el escenario más aquietado de la ciudad, siendo espejo de ella y de todo su pasado glorioso.