Política. La Moncloita, la última sede que tuvo la entidad bancaria. / Jesús Cabello
Jerez

La Caja que hizo Jerez

Varios ex empleados de la entidad bancaria que ahora celebra su 175 aniversario recuerdan su historia y cómo su existencia marcó el desarrollo de la ciudad

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«La Caja de Ahorros de Jerez ha sido la institución más importante de la historia de esta ciudad, incluso más que el Ayuntamiento». Para Fernando Bermúdez, antiguo empleado de la entidad de la que llegó a ser subdirector general y cuya trayectoria laboral está unida también a la lucha sindical en la USO, la localidad hubiera sido muy distinta si no hubiera existido la Caja. Así, sin apellidos, como la conocían los jerezanos.

Estos días ha dado comienzo la celebración del 175 aniversario de Cajasol, que toma como hito la fundación en 1834 de la Caja de Jerez, la más antigua de España, ésa a la que la regente María Cristina hacía referencia ya en documentos del siglo XIX, la que fundó en su domicilio del Cabildo Viejo el conde de Villacreces y en la que se podía depositar desde un mínimo de cuatro reales hasta 20.000.

Pero la historia de la Caja está aún viva, mucho más que los simples datos que recuerdan que fue el Ayuntamiento el que retomó la actividad de la entidad en 1858 con Rafael Rivero como alcalde, o los que se detienen en las primeras décadas del siglo XX, cuando se convirtió en un monte de piedad al que los jerezanos acudían movidos por la miseria.

La historia de la Caja de Ahorros de Jerez se respira y se reconstruye escuchándola de boca del equipo de personas que hicieron posible que el modelo de gestión y de relación con el cliente que implantó esta institución fueran un ejemplo para todas las demás cajas del país.

«Fuimos pioneros en muchas cosas, en aplicar técnicas psicológicas en la selección de empleados, en poner en marcha planes de formación para el personal que iban desde el director hasta el último trabajador, en utilizar sistemas informáticos. Éramos los más modernos», rememora Andrés Astorga, que dedicó 32 años de su vida a trabajar en la entidad, donde ocupó puestos como el de director de Recursos Humanos.

Astorga, como les ocurre a otros de sus compañeros, habla con pasión de esta institución en la que los empleados «tenían un enorme prestigio y trabajaban con mucha vocación». Tanto es así que alguno de los consultores que la entidad contrató a lo largo de los años llegó a afirmar en una ocasión que nunca en toda su carrera profesional había conocido una empresa con unos trabajadores tan vinculados psicológicamente a ella.

Esa plantilla fue uno de los pilares más importantes en los que se apoyó la Caja para iniciar su expansión, abrir sucursales y estar presente en cada barrio de la ciudad, pero también en cada pueblo de la provincia. «En el momento de la fusión con Caja San Fernando era la entidad con la más importante cuota de mercado de Cádiz», insiste este psicólogo.

Para otro ex empleado como Fernando Bermúdez, hay otros hitos profesionales que también son dignos de mencionar, como cuando la plantilla de la Caja, sobre todo su comité de empresa, logró domiciliar las nóminas de los empleados de otras empresas en un tiempo en el que eso era ciencia ficción. «Primero fueron los trabajadores de Sandeman, luego los de Williams, y así poco a poco hasta que se puso de moda».

Compromiso social

Pero el verdadero valor de la Caja, el aspecto por el que logró desarrollar una identificación extrema con la ciudad, fue por su capacidad de dar respuesta a las necesidades de la sociedad de Jerez.

La Caja de Ahorros estaba presente, como es lógico, en el plano económico, incluso en el institucional y el cultural como cómplice del Ayuntamiento en miles de proyectos, pero también en todo el entramado social, con los ciudadanos de a pie con los que había una relación directa y cercana en las sucursales y en sus propios barrios.

«La Caja, a través de su obra social, levantó el Club Nazaret, creó hogares de ancianos en todos los barrios y salones culturales, como el Auditorio de la Plaza de las Marinas, que cedía para cualquier tipo de acto a cualquier colectivo que lo solicitara», apunta Andrés Astorga, mientras su antiguo compañero Fernando Bermúdez, que también trabajó durante 25 años en la entidad, recuerda que la implicación de la entidad con sus paisanos iba mucho más allá.

Colectas para las familias

«Eran conocidas las colectas que hacíamos los propios empleados para ayudar a algunos jerezanos con problemas a pagar su crédito», narra Bermúdez, y Astorga apunta que «esos minicréditos que hoy en día se conceden para hacer frente a los gastos ya los dábamos nosotros entonces».

Al hilo de esto, ambos recuerdan una anécdota muy esclarecedora del compromiso de la Caja con sus clientes. Fue durante las huelgas del sector bodeguero de finales de los años 80, cuando los empleados del sector vitivinícola no cobraban por los paros y los empleados de la entidad recibieron instrucciones de facilitar préstamos para que «las familias pudieran comer». «No era un apoyo a la reivindicación, ahí no se entraba, era un apoyo a las familias que se quedaban sin recursos», matizan estos dos ex empleados que añaden que «se daban con la confianza de que se devolverían, y ni uno solo dejó de pagar».

Bermúdez, que también durante varios años estuvo al frente del departamento de Impagados, no quiere dar muchos detalles pero esboza con un misterioso «si yo te contara» las mil volteretas que daba la entidad para facilitar a sus clientes los abonos de las letras.

Tampoco olvida aquella vez en los estertores del Franquismo, cuando 19 sindicalistas iban a ser encarcelados por firmar una petición para manifestarse el Primero de Mayo y a los que la Caja pagó los 100.000 pesetas por cabeza (en aquellos años 70 era una cantidad prohibitiva) para que no durmieran en prisión. La mediación la realizó el que era abogado de la entidad, Pedro Pacheco.

Después llegó la fusión con la Caja San Fernando en 1993, que no agradó a todos -algunos dejaron su empleo-, sobre todo porque dicen que «se perdió esa identidad que tenía la entidad con la ciudad». Pero eso es ya otra historia.

La Moncloita. Así llamaba el pueblo de Jerez al edificio de la avenida Álvaro Domecq al que se trasladó la cúpula de la Caja tras dejar la plaza del Arenal. Y es que en la entidad residía casi a todos los efectos el poder real de la ciudad. Pero el mote también cobra sentido si se tiene en cuenta que de la plantilla de la Caja de Ahorros, de su equipo directivo, ha surgido la más importante generación de políticos de Jerez. Desde el muy querido Jesús Mantaras, que fue alcalde, hasta el propio Pedro Pacheco, que durante décadas llevó las riendas del gobierno junto a empleados de la casa como los propios Andrés Astorga y Fernando Bermúdez, sin olvidar a otros como José Luis Valle o Antonio Reyes. Como detalle, está esa portada de La Voz del Sur del 78 que hacía quinielas con candidatos a alcalde en las primeras municipales, todos de la Caja.