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El campeón de la autogestión
Jenson Button estaba en el paro en febrero y hoy, con su flamante título disfruta tras 22 años en las carreras
INTERLAGOS Actualizado: GuardarEl veneno de Flavio Briatore dejó una anécdota para la leyenda de la Fórmula 1. Un retrato que pudo sepultar para siempre a Jenson Button, desde ayer campeón del mundo. A bordo de un Renault en 2002, con todas las luces del Gran Premio de Mónaco apuntando a su rutilante fichaje, Button selló un sábado discreto, ni fú ni fá, pero lejos de la 'pole'. Octavo en la parrilla, a un segundo y medio del colombiano Montoya. A Briatore no le satisfizo su labor y se le acercó con sus andares de bravucón. «¿Es verdad que estás buscando piso en Mónaco?», le preguntó unos minutos después de que se hubiera configurado la parrilla. «Así es», respondió entre ingenuo y sorprendido el británico. «¿Y te importa no hacerlo en las sesiones de clasificación?», replicó con saña el magnate italiano. El mismo piloto, menospreciado por Briatore como por otros tantos en el 'paddock', se coronó ayer campeón del mundo en Brasil.
Jenson Button sonrió aquel día delante de los fotógrafos, pese al rejón de su jefe. En realidad, sonríe siempre que se ajusta el casco. Se toma ese gesto como un ejercicio clave en su profesión. En las duras y en las maduras, el inglés ha lucido siempre esa imagen: la de un tipo risueño, amable, inconfundible con su barba a medio afeitar meticulosamente desordenada...
Siempre risueño
Hijo de un antiguo piloto de rallycross (John) y criado con su madre (Simone Lyons) y sus tres hermanas mayores desde que el matrimonio se separó en 1987, Jenson Button (Frome -Inglaterra-, 29 años) reproduce el perfil habitual de los pilotos. Ha mamado el automovilismo desde su niñez, desde que su padre -un fanático del motor- le regaló un kart cuando cumplió los ocho. En realidad, su nombre -Jenson- proviene de un conductor danés íntimo amigo de su padre que se llamaba Jensen.
Campeón del Europeo de karts y de la Fórmula Ford británica, Button fue el anterior Hamilton en Inglaterra a principios de siglo. Alto (1,83), mediático por chico guapo y depositario de un semblante al uso en la Fórmula 1. Con 20 años y recién llegado al 'paddock' de la mano de Williams, se compró un yate y un Ferrari. Y frecuentó todos los locales de moda donde chicas despampanantes buscaban su percha. «Perdí la cabeza», ha admitido en más de una ocasión.
La Prensa inglesa le anunció como el nuevo mesías y la presión pudo con él. Nunca cumplió las expectativas y comenzó a rodar hacia el baúl del olvido de la F-1. Ganó una carrera en Hungría en 2006 después de más de cien intentos y pare usted de contar. Los ingleses ya tenían a Hamilton para solazarse. Button, a bordo de un Honda invisible en la parrilla, se volvió más invisible aún.
Fue entonces cuando comenzó a practicar el triatlón (natación, ciclismo y atletismo, todo en uno), un deporte magnífico y equipado de serie para su organismo, cincelado en el gimnasio y sin un ápice de grasa. «Aquí todo depende de ti, y no de la bicicleta o las zapatillas que lleves», dijo con cierto resquemor a su deporte, el que le daba la espalda.
En caída libre
Viajaba en caída libre y se vio en las puertas del INEM británico cuando este invierno recibió la llamada: Honda desaparecía. Como los 600 trabajadores de la compañía, Button barruntó otro trabajo, mientras sólo su novia, la modelo Jessica Michibata, le daba ánimos. Llegó Ross Brawn y compró la licencia para crear su propio equipo, Brawn GP. Creó el coche del doble difusor, bien concebido en la reglamentación 2009. Button, que estaba en el paro, ganó seis de las ocho primeras carreras de la temporada. Gracias a ese impulso y a la hoja de cálculo que ha aplicado durante cinco meses, hoy es campeón del mundo.