MIRADAS AL ALMA

El flamenco como reunión

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El flamenco es una de esas expresiones cuya verdad radica en ser una creación compartida, expresión que podemos asemejar, aunque en extrema viveza y mortalidad, a la del toreo. Una expresión viva y palpitante a la que entiendo como una reunión, explosión de soníos negros engendrada para ser compartida por unos pocos. Cierto es que antes, mucho más que ahora, era usual eso de que una reducida reunión se arrancara para escuchar buen cante. Aún, de hecho, recuerdo con añoranza aquellas viejas tascas que exponían un letrero donde decía: «Prohibido el cante»; claro síntoma de lo usual que era encontrarlo. Aunque aquella prohibición era como prohibir expresar nuestra cultura propia, nuestro racial y visceral sentimiento. No obstante, de aquel cartel que lo prohibía hemos pasado a ser casi imposible encontrarlo; casi habría que exponer nuevos carteles que dijesen: «Se ruega el cante».

Creo que nunca olvidaré noches de juerga improvisada donde cantaores como Luis de la Pica o Luis El Zambo me inundaban de gozo. Reuniones aquellas de madrugada, acariciando el alba entre unos pocos que sabían crear ese ambiente íntimo y privilegiado. Es por todo ello por lo que nunca he compartido el flamenco como música de grandes espacios con miles de asistentes. Y sí que entiendo que este arte es demasiado universal para ser sólo reducido a cinco amigos en cuatro paredes, una mesa y dos botellas casi vacías de vino de Jerez. Sí, entiendo que es demasiado grande, pero no comparto la forma. Al flamenco no hay que concertarlo, sino encontrarlo y descubrirlo.

Y descubrirlo para redescubrirlo por siempre, para así aprender y enriquecerse de su pureza. Casi por último, me atrevo a decir que todo aquel que no haya vivido el flamenco como reunión no sabe lo que es y nunca lo sabrá, pues ni en un disco ni en esos estadios se huele y se sienten esos crujíos de los huesos y esos metales que nos desbordan. El flamenco es, por todo ello, un cuerpo universal cuyo espíritu vive y sufre en una reunión de pocos... En esas cuatro paredes. Dichoso todo aquel que sepa escuchar y saborear aquellos ratitos que a veces no duran demasiado, que así es el arte y es como mandan los cánones que sea.