Ayami Wada, a la izquierda, y sus tres amigas de estética 'cuento de hadas' en Tokio.
HISAKO NAKAJO DEPENDIENTA SEGUIDORA DE 'SOFT-GOTHIC'

El Japón más 'freak'

Su estética marca la tendencia de la juventud en todo el mundo Detrás de esos 'looks' irreverentes se encuentra un rompecabezas social único

TOKIO Actualizado: Guardar
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Los fines de semana, el barrio tokiota de Harajuku parece un desfile de disfraces. Pero que nadie se confunda. Los trajes de lolita o de sirvienta, la sobredosis de lentejuelas, y los complementos estrambóticos son el traje y corbata de los rompedores jóvenes japoneses. De su imaginación salen las tendencias que luego recorren el mundo y que millones de personas copian en los cinco continentes. Es la meca del cosplay y del mundo freak en general, y aquí nacen y mueren estilos con tal rapidez y abundancia que ni siquiera sus seguidores son capaces de mantener el ritmo. Pero hay favoritos que nunca mueren, y que, como apunta Yano Yasuko, dependienta de Stigmata, una tienda de ropa gótica y punk estilo años 60-70, «se multiplican en decenas de ramas diferentes».

No hay más que echar un vistazo a lo que vende Yasuko en la planta baja del centro comercial Omotesando para comprender qué quiere decir. Stigmata produce ropa y complementos, que son, éstos últimos, los que marcan la diferencia. «La ropa es más o menos básica en lo que se refiere a los dos estilos que cultivamos. Luego, cada cual la adapta a su gusto con los complementos que le dan su toque distintivo». Así, existen el gótico a secas, la lolita gótica, el gótico hard-rock, el gótico-punk o el soft-gothic. Todos se basan en tonos negros y grises que combinan a la perfección con los adminículos de metal, como las calaveras y las esposas. Un look tétrico que cautiva a jóvenes entre los 16 y los 40 años, y que contrasta con la tienda de al lado, donde los vestidos parecen sacados de una de las películas clásicas de Walt Disney.

Rosas chillones, faldas llenas de volantes, y muchos lacitos. Es la estética cuento de hadas, que hace furor entre las adolescentes y jóvenes entre los 14 y los 25 años. Ayami Wada está en el límite inferior de ese intervalo, y reconoce que sus padres no aceptan que vista de esta manera, aunque de ellos consigue el dinero que le cuesta la vestimenta. Luce una peluca azul eléctrico, a juego con los tonos violetas de su ropa, en la que tienen cabida varios personajes manga, y sobre su cabeza unas letras con estrellitas y purpurina rezan party (fiesta). El conjunto tiene un precio superior a los 400 euros, razón por la que sólo las jóvenes de clases media y alta pueden permitirse estos lujos. Su última adquisición es un bolso que ha adquirido por 45 euros en Don Quijote, una tienda fetiche para los jóvenes fashion japoneses.

A Wada le esperan otras tres chicas, de 17 y 18 años. Han quedado a pesar de que no se conocen. «Coincidimos en un foro de internet dedicado a nuestro estilo», cuenta Ai Shiina. «Hemos quedado para ir de compras y conocernos, y estamos seguras de que nos llevaremos bien, porque coincidimos en nuestros gustos».

Moldes estrictos

Las tribus urbanas suponen una curiosa y contradictoria forma de encaje en una sociedad que ha convertido a los individuos, sobre todo a los más jóvenes, en seres solitarios y de identidad confusa, víctima del estricto código de conducta nipón, que podría resumirse en traje para ellos y falda y chaqueta para ellas hasta que tengan que cambiar pañales. Sin embargo, en el siglo XXI hay muchos que ponen, o creen poner, estos estrictos moldes en tela de juicio y, en opinión de Suzuki Kensuke, sociólogo de la Universidad Internacional de Tokio, «crean otros roles que, aunque se rigen por valores diferentes, resultan tan rígidos como aquellos contra los que luchan, por lo que, quienes no encajan en los cánones, aunque se trate de los más irreverentes, quedan inmediatamente marginados. Esos son los que finalmente optan por quitarse la vida». No en vano, el índice de depresión en la juventud del país asiático se encuentra entre los tres más elevados del planeta.

«Existe una falta de identidad personal que tratamos de esconder tras la adopción de alguna tribu urbana», explica Misa Takeuchi, de 28 años, que hace un lustro disfrutaba con el cosplay, hasta que se dio cuenta de que «disfrazarse no soluciona los problemas que uno tiene a esa edad». Aunque Takeuchi es una chica atractiva, en su momento pasó por una crisis que la hacía sentirse «el patito feo de la clase». Entonces pensó que nada mejor que enmascarar sus defectos «bajo una gruesa capa de maquillaje y una vestimenta estridente que distrajeran la atención». Takeuchi considera que en ese sentimiento, y en el difícil papel de la mujer, reside la razón de que haya más seguidoras de cosplay que seguidores. «En general, las chicas guapas prefieren vestir elegantes. A las menos agraciadas les queda disfrazarse», asegura.

Hitomi Masako no tiene la misma opinión. Ella lucha contra la monotonía vistiendo una identidad diferente los fines de semana, pero no se siente a disgusto con su imagen. Durante los días laborables encaja perfectamente en el rol de mujer nipona. A sus 20 años, Masako disfruta de su trabajo como secretaria en una multinacional, pero los domingos se transforma en una gótica pura. Cubre su pelo negro con una larga melena blanca, pinta sus labios de negro, y deja que elementos tétricos cubran su cuerpo. «Es divertido. No hay buscarle tanto sentido social. Puede que haya casos en los que sirva para enmascarar deficiencias de carácter, pero la mayoría nos vestimos y nos comportamos así porque disfrutamos con ello». Eso sí, reconoce que ni siquiera en Japón es fácil disfrutar del estilo gótico: «La misma gente que me saluda amablemente entre semana se aparta de mí los domingos».

Hisako Nakajo dirige la revista Koakuma Ageha, una publicación destinada a las superpijas, la tribu urbana de las más pudientes. En las casi 200 páginas se detalla hasta el último detalle cómo ser una pija en toda regla. Incluso se incluye el tiempo que la lectora debe dedicar a su preparación en cada sugerencia, y no son raras las que necesitan al menos 90 minutos para dejarla a una lista. «Vendemos un modelo de mujer para quienes son rompedoras por fuera pero tradicionales por dentro», reconoce Nakajo. «Además, es un modelo que tiene fecha de caducidad, porque cuando estas chicas encuentran a su hombre, generalmente adinerado y algo machista, se quitan el maquillaje y las lentejuelas y dedican su vida a la familia».

Juegos sexy

Es la idea que tienen en mente Yasuko y sus amigas, que pasean sus capas de maquillaje por Harajuku. Pero admite que, hasta que llegue el momento de pasar el desmaquillador por última vez, «lo que importa es disfrutar al máximo». Y lo consiguen con uñas postizas en las que aparece Pokémon, excéntricos bolsos de Hello Kitty, y un exceso de dorados en la ropa.

Hay quien disfruta de otra manera muy diferente con el 'cosplay'. No hay más que acercarse a la última planta de la gigantesca tienda que Don Quijote tiene en el barrio electrónico de Akihabara. Aquí se concentran los disfraces que están diseñados para ser vestidos dentro de casa. «Los más demandados son los de sirvienta francesa, colegiala y los de enfermera cachonda, aunque también tienen gran aceptación el de bañador de estudiante de primaria y el de profesora», reconoce con una sonrisa cómplice la dependienta. «Es un efecto global, pero en Japón se concentra el 45% de los clientes de este tipo de vestidos de corte erótico, supongo que por el arraigo de la cultura del 'cosplay'. Eso sí, sólo un pequeño porcentaje de quienes siguen esta tendencia lo hace con fines sexuales», añade.

Una pareja de jóvenes acaba de adquirir un set de colegiala, una réplica de lo que las jóvenes que acuden al instituto llevan, pero con una falda encogida a su mínima expresión y una camisa tocada con lacito rojo que deja el ombligo a la vista. Ella, sonrojada, admite que ha cedido a la propuesta de su novio, aunque en un primer momento no le hacía mucha gracia la idea. «Sigo el estilo soft-gothic, que es bastante oscuro, y él siempre me decía que le gustaría verme en algo más femenino, menos duro. Al final, como regalo de cumpleaños decidí comprarme el que eligiera, y parece que le van las jovencitas».

Sin duda, el cosplay y las tribus urbanas de Japón forman un universo tan fascinante como complejo. Las peculiaridades sociales y el auge económico del Imperio del Sol Naciente han hecho que florezcan centenares de estilos que han cogido de aquí y de allá para adaptar los gustos de todo el mundo a los suyos y devolver el resultado a los cuatro puntos cardinales del planeta, donde millones de jóvenes se ven atraídos por la irreverencia y el exotismo de estos looks que, sin embargo, no significan lo mismo en Japón y en España.